editorial
Hora de recoger lo sembrado
La gesta lograda por las futbolistas españolas, subraya que la mirada paternalista que a veces ha prevalecido sobre ellas se erradica con sentido común, trabajo y disciplina
En el Museo de la FIFA, que se puede visitar en internet, se guarda registro de la primera Copa del Mundo de fútbol femenino que se disputó en la provincia china de Guangdong en 1991. En aquel campeonato, los partidos duraron 80 minutos en vez ... de los 90 minutos tradicionales y durante los preparativos se discutió intensamente sobre si no sería mejor que las mujeres jugaran con un balón más pequeño que el reglamentario Nº 5. La FIFA también se negaba a llamarla Copa del Mundo y prefería el más burocrático Campeonato Mundial de Fútbol Femenino de la FIFA. Estos detalles son muy sintomáticos de la mirada paternalista que incluso hasta el día de hoy se sigue posando sobre el fútbol femenino y nos permite dimensionar de manera más exacta la trascendencia de la gesta lograda este domingo por la selección española de este deporte en el Mundial de Australia. Resulta fácil pensar que esto forma parte del pasado, pero, en realidad, no ha transcurrido más de una generación desde Guangdong.
La victoria pertenece a las jugadoras, a nadie más. Esto que parece una obviedad, hay que repetirlo para que nadie se vista con ropajes ajenos. Pero no cabe duda de que han ido a competir en nombre de España, con el respaldo de una Federación, unos clubes y unas familias, y con las ilusiones de todo un país detrás. Ilusiones que resultaron colmadas en un campeonato extraordinario en que este equipo parecía tocado por una gracia especial. Hasta la derrota, una contrariedad que todo equipo campeón debe superar para demostrar carácter y capacidad de superación, la recibieron en el momento preciso, ante Japón en el último partido de la fase de grupos. A partir de ahí, este equipo, superviviente de la polémica y la adversidad, encadenó una serie de partidos de gran factura, como la victoria sobre Países Bajos o contra Suecia, equipos frente a los cuales no teníamos un registro histórico que nos favoreciera. Pero sin duda que el lance del domingo, frente a una Inglaterra que también jugaba su primera final en un Mundial, pero que nos había derrotado en la Eurocopa del año pasado, fue de una superioridad indiscutible de las españolas que dominaron desde el principio hasta casi el final, para desembocar en un tiempo añadido de 13 minutos donde, pese al natural nerviosismo, mostraron un gran dominio de sí mismas.
La final frente a Inglaterra estaba cargada de simbolismo. Fue la derrota en la Eurocopa de 2022 ante este equipo la que desencadenó la división y la discordia en la selección cuando un grupo de jugadoras pidieron la cabeza del entrenador y desafiaron a los responsables de la Federación de Fútbol. La agria polémica, conocida como 'el motín de Las Rozas', ocurrida en septiembre del año pasado y que nunca se sustanció públicamente más que por trascendidos, desembocó en una crisis que no auguraba nada bueno a menos de un año del Mundial. Jorge Vilda, sin embargo, cosió con paciencia y prudencia el equipo que se le puso en las manos, logró recuperar a algunas de las disidentes para enhebrarlas con las que habían permanecido leales y ha demostrado acierto a la hora de plantear el campeonato, tomando decisiones difíciles con algunas de las jugadoras más emblemáticas de España, pero que no llegaron en su mejor forma física ni mental. Con este triunfo, Vilda ha demostrado que el liderazgo tranquilo a veces puede ser más acertado que el ruidoso y desafiante.
Todo el mundo espera ahora que la perfección sea condición suficiente para la igualdad y que todo este orgullo y admiración se pueda hace rentable y garantice que el fútbol femenino brille con luz propia. Pero la realidad nos ha demostrado que no siempre es así. Los grandes clubes españoles, como el Barcelona, el Real Madrid o el Atlético de Madrid, ya están en niveles salariales competitivos al más alto nivel, pero los equipos que no tienen marcas ligadas al éxito en el fútbol masculino, sufren penurias indecibles. Las únicas jugadoras que han conseguido una sentencia judicial que equipara sus emolumentos con los de sus compañeros hombres han sido las estadounidenses, pero sólo la consiguieron tras ganar cuatro Copas del Mundo. Pero esto no debería disuadir a nadie en España. Hoy, las selecciones femeninas de fútbol son campeonas del mundo sub-17, sub-20 y en categoría absoluta. Hay un futuro muy promisorio en este deporte que sólo empezó a ser alentado entre las españolas por la Federación en 1983. Ha sido una aventura extraordinaria, que vimos coronada por el éxito de una generación portentosa.
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