Editorial

El descrédito de Yolanda Díaz

En apenas unas semanas, la vicepresidenta segunda del Gobierno ha formulado una colección de declaraciones absolutamente impropias para la responsabilidad que ostenta

Han bastado apenas unas semanas de legislatura para constatar las dificultades que está enfrentando la vicepresidenta Yolanda Díaz para encontrar en sus intervenciones un tono acorde con su nueva circunstancia política. En los últimos días, la ministra de Trabajo se ha pronunciado en unos términos ... manifiestamente impropios para su cargo, lo que ha resentido su perfil político. Tras su viaje a Waterloo, donde desacomplejadamente se dejó retratar sonriente con un prófugo de la justicia, Díaz se extralimitó intentando brindar una clase de derecho inverosímil en la que exponía tres supuestos tipos de amnistía. Su distinción fabulada entre amnistías transicionales, amnistías utilitaristas y «amnistías para resolver conflictos políticos» es incompatible con una mínima alfabetización jurídica.

Más inquietante aún fue el intento de desacreditación de las palabras en las que José María Aznar llamó a ejercer una contienda democrática y de afirmación del Estado de derecho frente a la amnistía. Yolanda Díaz, usando un recurso habitual en las democracias erosionadas por el populismo latinoamericano, intentó descalificar la legítima intervención del expresidente acusándole de instigar una rebelión nacional. Ni más ni menos. Que la vicepresidenta del Gobierno en funciones se permita extender sospechas infundadas de tanto calado sobre José María Aznar es una prueba más del intento de deslegitimación permanente que una parte de la izquierda está dispuesta a ejercer sobre la derecha. Impedir a cualquier ciudadano hacer uso de su derecho de manifestación o disentir de las decisiones del Gobierno constituye un atentado peligrosísimo contra las garantías democráticas. Aproximarse, siquiera remotamente, a prácticas que deshumanicen o desacrediten sin fundamento al adversario político es ya un exceso que no debería quedar impune. Y Díaz, merece la pena recordarlo, se negó incluso a celebrar un encuentro con Alberto Núñez Feijóo, líder de la formación política más votada en las últimas elecciones.

Los excesos de Yolanda Díaz no han acabado aquí y para la posteridad quedará la conspiración espacial con la que ha denunciado unos imaginarios intereses ocultos y secretos de las élites tecnológicas. Exagerando hipótesis que pueden tener una dosis de realidad a pequeña escala, el resultado de su intervención apelando a los cohetes y al metaverso que servirían a los millonarios para escapar de un mundo que se va «al carajo» resultó ciertamente extravagante. Casi toda España, de forma unánime, ha interpretado este disparate en clave irónica. Con todo, es posible que la intervención más irresponsable de los últimos días la protagonizara en la red social X (antes Twitter), donde mostró su preocupación por una reforma laboral en Grecia que permitiría legalizar hasta 13 horas de trabajo siempre y cuando se sumen dos empleos.

La sobrerreacción de la ministra de Trabajo, fijando posición en un lugar tan poco solemne como una red social sobre una medida aprobada por un gobierno legítimamente constituido de la UE resulta especialmente errada ya que en España ni siquiera existe una limitación como la que ahora impone Grecia. La imprudencia de Díaz ha sido respondida por su homólogo, Adonis Georgiadis, quien le ha recordado los excelentes datos de creación de empleo del país heleno y ha ironizado con la posibilidad de brindarle consejo a Díaz. Este conjunto de desatinos no pueden excusarse en una vicepresidenta y, aunque Yolanda Díaz ya había protagonizado algunos capítulos comunicativamente poco ortodoxos, en las últimas semanas parecería afanada en intentar sacrificar su seriedad política.

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