Editorial

Condiciones inasumibles

En apenas diez minutos, Pere Aragonès explicitó en el Senado que la amnistía es un paso previo para la independencia de Cataluña, lo que anula las posibilidades de negociación del PSOE

Pere Aragonès compareció ayer en el Senado durante apenas diez minutos. Su breve intervención fue suficiente para certificar, de manera clara y definitiva, que las condiciones que propone ERC para investir a Pedro Sánchez resultan inasumibles para cualquier demócrata. Su planteamiento maximalista y la franqueza ... con la que planteó la quiebra de la soberanía nacional anulan cualquier posibilidad de negociación dentro de los actuales límites legales. Aragonès anunció que acudía al Senado para defender la amnistía y la autodeterminación de su comunidad autónoma, vinculados ambos propósitos de forma inquebrantable. De hecho, sus palabras literales situaron la amnistía como primer paso para la independencia de su territorio.

Tal y como expresó Juan Carlos Campo, entonces ministro de Justicia, y como señalaron hasta diez ministros de Sánchez e incluso el propio presidente del Gobierno, la amnistía no encuentra encaje en nuestro ordenamiento jurídico. Sin embargo, más allá de su inviabilidad legal y su injustificable explicación política, las palabras del presidente de la Generalitat demuestran a las claras que los motivos que inspirarían una medida semejante serían contrarios a valores fundamentales como la igualdad entre españoles o la propia soberanía nacional. Defender la amnistía para quienes se comprometen a volver a vulnerar la ley, como ha hecho Pere Aragonès en la Cámara territorial, hace imposible proseguir las negociaciones sin menoscabar, de forma casi irreversible, las normas jurídicas y las pautas civiles en las que se enmarca nuestra convivencia. La sesión de ayer sitúa al PSOE en una circunstancia de negociación imposible. Tras escuchar al presidente de la Generalitat en el Senado, ningún español puede albergar dudas de qué intencionalidad estratégica y política adquiriría la amnistía. Fue tal la claridad con la que Aragonès expresó sus intenciones, que ya no podrá existir ninguna narrativa que oculte o disimule el propósito final del independentismo.

El fondo de las palabras de Aragonès encajó, asimismo, con las formas empleadas y que fueron explícitamente descorteses. En un evidente desprecio a las instituciones del Estado, y en abierta contradicción con la voluntad de diálogo y argumentación que debe regir en el Senado, el líder de ERC abandonó el antiguo salón de sesiones inmediatamente después de intervenir sin escuchar a ninguno de los presidentes autonómicos que esperaban turno para darle réplica. Tras su salida de la Cámara, en total fueron catorce los presidentes regionales que tomaron la palabra para apelar al imperio de la ley, la igualdad entre españoles y la unidad de la nación. Contemplar la uniforme respuesta de doce comunidades y dos ciudades autónomas, representadas por sus presidentes, sirvió para evidenciar la transversalidad con la que los territorios de España se enfrentan al discurso segregador y solipsista del presidente de la Generalitat. La ocasión sirvió, también, para poner de manifiesto el creciente poder territorial del Partido Popular.

Lamentablemente, la descortesía institucional no fue patrimonio del representante catalán ya que los presidentes socialistas ni siquiera acudieron a la convocatoria y mostraron una dolosa inacción ante el desafío independentista. Con esta injustificable incomparecencia, el Partido Socialista demostró una carencia notable en cultura parlamentaria. Con todo, tras la sesión de ayer quedó demostrado que tanto ERC como el PSOE intentaron hacer un uso partidista de la Cámara Alta

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