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Falsas atribuciones

Es una prosa funcionarial que huele a sótano cerrado de La Moncloa y no sirve ni para chisme

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Cristina Casabón

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No hay que hacer caso de cuentos ni del cuento. Entre los articulistas, los funcionarios jaraneros y los ministros de zambomba, entre todos los trepas y tropas de la prensa canallesca han lanzado la traca final de la campaña. Son demasiados para salir todos a ... la vez, con la mentira por delante. Y en estas que llegó el glorioso tirón de orejas de Von der Leyen. Ha desmentido categóricamente la declaración que le atribuyen las misteriosas fuentes de Vidal-Folch, y ahora solo falta que las fuentes de Vidal-Folch nieguen ser de confianza. Es a todas luces una falsa atribución, falacia que ocurre cuando alguien recurre a una fuente irrelevante, incompetente, no identificada o fabricada. De estos equilibrios de poder, de las cuestiones deontológicas del periodismo, es de lo que se ha hablado estos días en los Premios Cavia, y en los corrillos de periodistas de Madrid. La sumisión de la verdad al poder está en el corazón de la modernidad. Las mentiras y una comprensión elástica de la verdad son un sello distintivo de muchos y muy diferentes políticos, pero habría que incluir a periodistas que recurren a la información falsa. A efectos prácticos, una información que no puede verificarse es indemostrable, es un cuento, un rumor. Y no es solo una cuestión deontológica, es una cuestión, ya digo, democrática.

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