siempre amanece
Pedro el gafotas
La gafa pedrista, que es gafa de guapo como todo en él, guarda un punto de impostura de inspector Clouseau, de disimulo o de gafa de disfraz
'Monjamami'
Puente, de profesión, gorila
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Iniciar sesiónEn una radio le han hecho una entrevista al tipo que le vendió las gafas a Sánchez como si estuvieran hablando con Moisés, que vio a Dios de espaldas. Antes salía en los periódicos el óptico del Papa, pero ahora se aparece el de ... Sánchez, esto es que Sánchez es el Papa y quien lo ha conocido se imbuye de una energía diferente, el reflejo de una luz que es la huella sacra de Su Sanchista Santidad. Le preguntan cosas y él responde que era un hombre normal que se dejaba aconsejar: ¡Pero eso cómo va a ser!
Sánchez se apareció con las gafas en la comisión Koldo del Senado a decir que aquello era un circo, aunque hay que recelar de las metáforas circenses porque en todos los circos hay un payaso. La cosa es que dijo que aquello era un circo porque no teme encasillarse en el papel de galán que se saca sus tesoros delante de las Cortes y del sistema democrático en general. El atrezo de Sánchez eran las gafas como la nariz es del payaso o la camiseta con brillantes, del trapecista. Las mallas del domador.
Ahora que Feijóo se quitó las gafas, se las ha puesto Sánchez, unas gafas como de superhéroe que quiere hacerse pasar por persona común, unas gafas como de asesor del PSC o diseñador de interiores catalán, que es la única vía estética que puede permitirse la izquierda cuando se pone en plan la 'gauche champagne' o la 'beautiful people', que era tan española. Por ahí se pretendía escapar Sánchez del gafapastismo y de la gafa aristocrática que queda cerca del monóculo o los anteojos de teatro para ver las óperas del maestro Azagra. Con que viera la que se está viniendo en España, tendríamos bastante. Con que atisbara las heridas que dejará el muro, la extinción de la responsabilidad política y la voladura de la verdad como concepto, sería suficiente, pero Sánchez está cegado.
La gafa pedrista, que es gafa de guapo como todo en él, guarda un punto de impostura de inspector Clouseau, de disimulo o de gafa de disfraz con las que uno, al quitarse la gafa, se quita también una nariz de pega y el bigote. El hecho de que Sánchez se las pudiera poner y quitar leyendo con o sin ellas concede el punto de fuga del dandi que usa bastón sin necesitarlo, el pañuelo sin que refresque y la gafa cuando ve perfectamente. En esa elección más allá de la necesidad se aparece Sánchez en su depurada actuación, carnavalesca hasta el paroxismo y arbitraria en su vestimenta, sus adminículos, su identidad. Si uno ahora puede decidir si es un gato o una mexicana de 22 años, a ver por qué no iba a autodeterminarse gafotas. O eso es lo que sucede o que, como los pimientos, son unas gafas del Padrón, que unas veces las necesita para leer y otras, no.
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