SIEMPRE AMANECE
Llueven sujetadores
Los Hombres G vinieron a reivindicar una alegría precisa y valiosa que bebe del milagro de ser y sentirse humanos sin deseos de extinción
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Iniciar sesiónCuando en su gira de 40 aniversario, los Hombres G cantaron 'Suéltate el pelo' y llegaron a ese momento de la canción en el que Summers insinúa «...y luego si quieres, el sujetador», por el cielo del Wizink Center voló un sujetador en una ... de esas parábolas desmadejadas, gráciles en las que solamente vuela la ropa interior. Después arrojaron otro y otro, y otro más, y cada vez que el bueno de David pronunciaba la frase, caían más al escenario, o emprendían desde las gradas vuelos largos y calmados como de gaviota o emergían en brincos gallináceos, suficientes como para proyectar sus encajes y transparencias al trasluz de los focos. Desde las siete galerías del paraíso llovieron sujetadores en el Wizink y hubo un maná de belleza en ese diluvio porque en Españita habrá alegría y habrá esperanza mientras vuele un sujetador en cachonda y festiva artillería.
Estoy profundamente unido a esas 'mariannes' de Summers y su despendole que en realidad resulta civilizatorio, pues enarbolan la fiesta frente al nuevo mojigaterío y a los monasterios del Gobierno que rápidamente las mandarían a taparse. Por eso celebro los sujetadores de los Hombres G elevados al cielo de Madrid como banderas de Iwo Jima contra el ejército de la barbarie censora, mojigata, puritana de la izquierda de la izquierda que viene con sus rombos tristes. Sujetadores de mi Españita que baila y canta y se desmelena en su sacrosanto derecho de desmelenarse frente a los que la quieren quieta, triste, cubierta, bárbara y gretiana, penando en no sé qué andenes del decrecentismo y el deseo de extinción. Me emocionan los sujetadores del concierto de los Hombres G porque eran también los de la 'rave' del Supernova de Re'im antes de que se dibujaran en el cielo los parapentes asesinos y la muerte tomara posiciones en la carretera 232. Celebro aquí esos sujetadores libres, sueltos, inocentes en dulces y ligerísimos vuelos por la reivindicación inconsciente pero tan cierta de una feminidad que parece olvidada a jamais ahora que todo son sospechas, contratos, algoritmos de apps de ligar y arrimar material se parece a los juicios de Nuremberg.
Los Hombres G vinieron a reivindicar en su magnífico espectáculo una alegría precisa y valiosa que bebe del milagro de ser y sentirse humanos sin deseos de extinción, sin el rollo de la culpa, felices y abandonados a la noche del rock en Madrid en la que caían sujetadores como en un 'Gernika' inverso. Vamos con ellos porque tenemos el deber de ser alegres y determinados en esa misión frente a la nada que avanza sobre nosotros tanto y a tal velocidad que quizás terminemos cantando 'Suéltate el pelo' como el himno de aquellas plantaciones de algodón de la esclavitud de lo correcto. Pero eso sucederá en otro tiempo, pues hoy tenemos que celebrar el cumpleaños del gran grupo español –con perdón– y su magnífica fiesta de la música. Cuarenta años, les han caído; qué jóvenes nos hemos hecho.
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