ANTIUTOPÍAS

México no es país para reyes

La historia no acaba de pasar para nadie y menos para este tipo de personajes providenciales

Modernidad trasatlántica

La refundación nacional de AMLO

Los presidentes como Manuel Andrés López Obrador, lo he dicho muchas veces, no llegan a la presidencia de sus países a gobernar sino a hacer historia. No sólo AMLO, también Petro o Milei: los tres bucean en el pasado para encontrar hechos, injusticias, aciertos o ... heridas que legitimen sus acciones en el presente; usan la historia como un arma política, como una justificación de sí mismos; se sienten predestinados por la providencia para redimir a sus pueblos; creen ser los elegidos para doblegar la historia e inaugurar nuevas eras de prosperidad, pureza, libertad o justicia. Pero si Milei está intoxicado de historia económica, AMLO lo está de historia patria (lo de Petro es mejor soslayarlo). El presidente mexicano encarna un relato de la nacionalidad mexicana que hunde sus raíces en la independencia y la Reforma, episodios en los que una parte de México quiso deshacerse de sus monarquías, y esa obsesión histórica es lo explica su anacrónica pelea con Felipe VI en 2019, y el veto que le impuso y que le impedirá asistir a la toma de posesión de su heredera en 2024.

En México hubo un choque entre dos relatos nacionales, los dos igualmente ficticios. El que persuade a AMLO y se dice liberal, presupone que la nación mexicana, viva ya en tiempos de los aztecas, murió con la llegada de los conquistadores y sólo resucitó trescientos años después con la independencia. El otro relato, el conservador, dice lo contrario. México nació con la conquista, se incubó en la Nueva España, y luego, alcanzada la mayoría de edad, se despidió sin odios de la península para desplegarse como república independiente. El relato liberal ve en España al anti México; el conservador, a la madre patria. Pero ambos son ficciones. México sólo empezó a existir con la independencia de 1821, y como algo nuevo y moderno, un Estado-nación que se alejaba tanto del Anáhuac de los mexicas como del virreinato de la Nueva España.

Pero quién le hace entender esto a un AMLO que se cree el protagonista de esta novela histórica, y asume que su misión es volver a dar la batalla contra los conservadores y los fifís –los gachupines–, y liberar de nuevo a México de la opresión o de las contaminaciones. La historia no acaba de pasar para nadie y menos para este tipo de personajes providenciales. Él es Hidalgo, él es Morelos, él es Juárez, y la batalla que da es la misma: reivindicar las esencias de México, su pureza, los valores prístinos del pueblo; crear un país donde los conservadores y sus aliados, enemigos de la patria, no caben o no tienen poder. Su pelea con España es en realidad con esa parte de México. Negando la visita de Felipe VI está quitándoles un símbolo. Está diciendo lo mismo que dijo Carlos María de Bustamante en 1813: Moctezuma, estás vengado. Somos hijos de lo tlatoanis, no de los gachupines. México no es país para conservadores ni para reyes. México es para los verdaderos mexicanos, para su pueblo incontaminado, no extranjerizante, que además le da su voto y su fervor a AMLO.

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