ANTIUTOPÍAS

Guerra a muerte en la ONU

Petro tiene una lógica binaria. Divide el mundo entero en dos grupos: los oprimidos y los opresores

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Disfrazado de García Márquez y con la bandera bolivariana de 'Guerra a muerte' en el pecho, Gustavo Petro se dirigió por última vez al mundo desde las tribunas de la ONU. El auditorio en realidad estaba vacío, como en sus tres comparecencias previas, pero eso ... no fue un impedimento para que Petro le hablara a la humanidad, al universo, al cosmos, a la Historia con mayúsculas. Como si estuviera en el balcón presidencial, improvisó un discurso de cuarenta minutos, sólo quince menos de los que usó Trump, en el que reprodujo en el ámbito internacional el maniqueísmo con el que entiende la realidad nacional: guerra a muerte contra los opresores, oligarcas y codiciosos que en Colombia esclavizan al pueblo y en Gaza exterminan a los palestinos.

Al igual que los líderes políticos que más detesta, Petro tiene una lógica binaria. Divide el mundo entero en dos grupos: los oprimidos y los opresores. Hay gente pisoteada y explotada, y hay gente que pisotea y explota. Por un lado están los pueblos del mundo; por otro, lo que él llama las «sociedades ricas, blancas y racistas que se creen superiores». Tanto en la política nacional como en el horizonte mundial ve la misma película, los buenos y los malos. Unos bombardean e invaden, los otros son colonizados y masacrados. Los de allá son codiciosos y contaminan y llevan a la humanidad al borde la extinción, los de acá defienden la vida y viven con dignidad en su pobreza.

No hay manera de que Petro matice su desvarío. En sus discursos nos enfrentamos al cliché del cliché, al tópico distorsionado por la locura. El norte es materialista y adolece del mal que pudre el alma, el egoísmo, mientras que el sur es idealista y humanitario, pacífico y ecológico. Como tantos otros caudillos contemporáneos, Petro necesita sentirse del lado del bien, de las víctimas y de los oprimidos para poder descargar sin remordimiento el rencor corrosivo, ese odio a muerte que se le acumula en el pecho. Hay gente muy mala que es lícito aborrecer, y hay gente muy buena por la que es imperativo luchar. Todas las tragedias son la prueba hiriente de que sus enemigos son la sal de la tierra que pone en peligro a los pueblos y a la especie humana.

No es extraño que Petro llevara en su pecho la bandera de 'Guerra a muerte', un símbolo odioso que preconizaba la ejecución de los españoles indispuestos con la causa independentista. Era el mensaje que quería llevar a la ONU. Si en sus alocuciones anteriores propuso esparcir el virus de la vida por las galaxias, proscribir el uso de combustibles fósiles, salvar a la humanidad del exterminio y planificar la economía mundial, ahora dejó caer la idea de una revolución de los pueblos, la creación de un ejército de huestes libertadoras destinado a salvar a los palestinos. El líder beatífico que llegó al poder con un proyecto de Paz Total para Colombia y el mundo, se despide convertido en un Bolívar cósmico que lanza el mórbido y mil veces repetido grito de libertad o muerte.

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