ANTIUTOPÍAS

Emancipadores S.A

Todos estos redentores creen que su misión es liberar a los oprimidos y fundar verdaderas democracias

Bukele, el antiglobalista

La vida al límite de Uribe Vélez

Es difícil sustraerse a la sensación de que el mundo, o como mínimo Occidente, se está desordenando. La alianza atlántica se debilita, la OTAN parece menos sólida de lo que solía ser, y los organismos supranacionales, desde la ONU a la Unión Europea, desde Human ... Rights Watch a la Organización Mundial de la Salud, reciben más palos que elogios. El multilateralismo se debilita y vuelven con fuerza los nacionalismos. Con ellos, entre efluvios de entusiasmo y fervor, irrumpen de nuevo los caudillos iracundos, señalando alguna aberración o algún elemento disolvente del cual se sienten llamados a liberarnos.

Los redentores ya no son un asunto exclusivamente latinoamericano. Ahora aparecen debajo de cada bandera, de las europeas, de la estadounidense y hasta de la japonesa, y siempre con el mismo pretexto. Quieren emancipar a sus patrias del cosmopolitismo promovido desde los foros internacionales, o purgar de la sociedad algún mal espantoso que por lo general son los inmigrantes, los wokistas, los imperialistas o los burócratas, pero que en realidad puede ser cualquier cosa, real o inventada, a la que pueda acusarse de estar oprimiendo al pueblo o socavando las tradiciones nacionales y que pueda convertirse en causa y en llamada.

El nacional populismo se ha nutrido siempre de lo mismo, de la habilidad para inventar amenazas, corrupciones, cadenas y yugos, porque su lógica es esa: divide el mundo en dos, opresores y oprimidos, amigos y enemigos, y dibuja un presente de oprobio o decadencia que contrasta con pasados esplendorosos o con futuros llenos de armonía y libertad. En nombre del pueblo bueno y virtuoso, arremeten contra cualquier nicho que irradie el mal. Así, Trump carga contra las agencias gubernamentales que daban refugio a burócratas infectados de progresismo; AMLO destruye un sistema judicial que, según él, ampara a los reaccionarios y a los enemigos del pueblo; y Gustavo Petro lanza diatribas contra el Congreso colombiano porque desde allí, cree él, doscientos años después de la independencia siguen las castas coloniales y los oligarcas dominando la nación.

Pueden ser de izquierdas o derechas, da igual: todos estos redentores creen que su misión es liberar a los oprimidos y fundar verdaderas democracias. Poco les importa que para ello deban derrumbar la arquitectura del Estado y demoler la división de poderes. Redimir a las patrias ha sido la mejor excusa para encadenar a los individuos. Bukele emancipó a El Salvador de las pandillas, pero ya nadie librará a los salvadoreños de Bukele, y ni hablar de lo que hicieron Castro, Chávez y Ortega con el pretexto de aliviar a sus países del imperialismo yanqui. Hasta Bolívar reconoció el destino trágico de la emancipación cuando dijo que la independencia se había logrado a costa de todo lo demás. Es el destino cantado de los nacional populistas contemporáneos. Van a liberar a la patria de opresores o alimañas a costa de la convivencia, el bienestar, la prosperidad y, también, de todo lo demás.

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