Por lo que sea
La abundancia contra el apocalipsis
«Todos queremos tener un sitio al que llamar casa, y abrir una nevera llena»
Pedro Sánchez, ¿Nobel de Literatura?
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Iniciar sesiónLo primero que supe de Greta Thunberg es que no volaba y no comía carne y no quería regalos por Navidad: todo era por el cambio climático, para combatirlo. Era 2018 y tenía 16 años, y ya entonces era un referente mundial del activismo. Thunberg ... regañaba a los mayores, a los dirigentes del mundo, por no pensar en el futuro, y a la vez el futuro que dibujaba se parecía mucho a un apocalipsis. El planeta se estaba hundiendo, calentando, rompiendo. Y así nació la ansiedad climática entre una juventud que cada vez tenía menos motivos para pensar en el mañana: para qué, si el aire iba a ser irrespirable. ¿Cómo no iban a estar enfadados? Algunos se sumaron al decrecentismo, que era un 'moonwalk' de la economía y el consumo: había que gastar menos y comprar menos para vivir más, aunque fuera peor. Si había una esperanza esta tenía que ser triste, gris, aburrida, como de novela de posguerra. Su emblema era el caracol. Teníamos que ser caracoles, decían.
Ha pasado el tiempo y ahora Thunberg está en la flotilla de Gaza. El mundo es otro y los mensajes están cambiando: la juventud sigue enfadada, pero por otros motivos. En Estados Unidos, Ezra Klein y Derek Thompson, dos voces del progresismo, han escrito 'Abundancia', que acaba de publicar en España Capitán Swing. Es un ensayo donde proponen la recuperación de la idea de prosperidad. «Para crear el futuro que deseamos es preciso dedicarse más a construir e inventar lo que necesitamos», insisten. «Hemos perdido la fe en el futuro. Nos peleamos por lo que tenemos o por lo que tuvimos. Nuestra era adolece de una escasez de pensamiento utópico».
Su diagnóstico es que muchas de las medidas pensadas para salvar a una generación están hipotecando a la siguiente. Por ejemplo: después de la Segunda Guerra Mundial, la proliferación de viviendas e infraestructuras enriqueció Estados Unidos, pero la falta de una regulación lo contaminó; sin embargo, esas leyes protectoras que llegaron después están ahora entorpeciendo el desarrollo de proyectos de energía limpia. Y ha ocurrido lo mismo en el sector inmobiliario: «Un edificio de siete plantas con pisos asequibles en San Francisco implica viviendas para quienes, de no ser por esa construcción, tardarían horas en llegar al trabajo, aunque a los antiguos residentes en la zona les estropee el panorama y congestione el acceso al aparcamiento». La solución, claro, no pasa por el menos, sino por el más. Y por el mejor.
No es mala idea esta de recuperar las preocupaciones tangibles e inmediatas de la gente para ponerlas en el centro del debate: lo preocupante es que hoy esta postura nos parezca rara. Pero es que si hay una cosa que une a los que leen y a los que no leen, a María Pombo con Álvaro Pombo, o a María Pombo con Pablo Iglesias, es que todos quieren tener un sitio al que llamar casa, abrir la nevera y encontrársela llena, y tal vez poner flores en la ventana para anunciar la primavera.
¿Y el apocalipsis? Bueno, ya lo dijo Pitita Ridruejo: «A mucha gente no le conviene».
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