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BALA PERDIDA

No a Eurovisión

España se retira del festival como si nos fuéramos de la OTAN, y no de un tingladillo de inspiración hortera

El adiós de Sabina

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Ángel Antonio Herrera

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Resulta que nos retiramos de Eurovisión, pero a mí no me han dado un susto, precisamente, porque nunca entiendo cómo Eurovisión nos viene importando tanto, cuando es una tómbola de comicantas, un concurso donde importa más el ajuar de laca que el empaque del ... cancionero. Las razones del portazo de España son políticas, pero nos vamos de un show que levanta mucha lujuria en la tele, y en los clubs de fans del tinglado, que es una final de la Champions de la lentejuela. He visto alguna vez este festejo, y ahí triunfamos un poco cuando mandamos a un friki, y no tanto a un cantante, porque los cantantes intuyen que Eurovisión es un ajetreado modo de arruinarse la carrera. En rigor, Eurovisión es una convocatoria de frikis que aún no se han enterado de que lo son. Sabemos que, a rachas largas, nuestros cantantes de vitola no han querido acudir de concursantes, porque quieren hacer carrera, y la carrera es un disco, y no tres minutos de coreografía de escenario sideral, entre la gimnasia y el mariconeo. En antañazos del concurso nos aparecen Raphael y Julio Iglesias, y más recientemente Chanel, que triunfó tanto que aún no se ha repuesto de la apoteosis. Si nos fijamos, hemos pescado algún puesto decoroso, en ese show, cuando hemos enviado a algún sacrificado patriota, tirando a segundón, o bien cuando hemos apostado directamente por un friki de oficio, como Chikilicuatre. El concurso ha venido siendo una enternecedora renovación de lo mismo, que es un ferial de sopranos talluditas, cantautores de confeti, bailones de frenesí y alguna vieja gloria de lejanía que parece haber acudido a la ocasión para entrenar un bolo posible en las verbenas del Orgullo Gay de su zona. España se retira de Eurovisión, en un ademán de reproche político, y a la noticia se le viene dando una anchura sensacional, como si nos fuéramos de la OTAN, y no de un tingladillo de inspiración hortera. Así de melómanos somos. Aunque no estemos, ganará Massiel. Como siempre.

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