CABEZA FRÍA
Sánchez y las nucleares
El presidente está dispuesto a poner en riesgo la garantía del suministro de luz, la soberanía energética y planes de industrialización por pura ideología
Olor a cambios en el PP
El silencio de Prometeo
Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, le dio una elegante colleja a Pedro Sánchez hace unos días cuando advirtió públicamente que España debe replantearse el apagón nuclear que el PSOE ha utilizado como bandera ideológica. A la vuelta de la ... esquina están ya los cierres de Almaraz I y II (Cáceres) –en 2027 y 2028– en una decisión que si el Gobierno de España finalmente suaviza y transforma en prórroga será únicamente porque se sienta vencido por la presión y calcule que pierde más de lo que gana si mantiene su empeño de cerrarlas.
Birol es consciente y aprieta a sabiendas de que Bruselas presiona en el mismo sentido. Y es que Sánchez se ha quedado solo en esta cruzada. Francia va a abrir una nueva central nuclear, Gran Bretaña e Italia están por aumentar sus reactores y Alemania acaba de echar el freno al desmantelamiento de las que tiene. Todos ellos en reacción al cambio del entorno geopolítico y a la necesidad de garantizar la seguridad de suministro una vez que el gas ruso ha dejado de ser fiable; si es que alguna vez lo fue.
Más allá de sus socios más radicales, el Gobierno español también va a contracorriente dentro de nuestras fronteras. Su plan de cerrar Almaraz choca con el criterio del operador del sistema eléctrico, en manos de la socialista Beatriz Corredor, que acaba de advertir que el apagón nuclear entraña riesgos para el suministro eléctrico. Sánchez también se mueve en contra de los deseos de las empresas propietarias (Iberdrola, Endesa y Gas Natural) de la central, del Gobierno extremeño de María Guardiola, de los trabajadores de la planta y de los vecinos de la zona. Estos últimos temen, y con mucha razón, ser víctimas del mismo desastre económico y social que sufrieron los burgaleses tras el cierre de Garoña en 2013, también a manos de otro gobierno socialista. Especialmente rebelde está el pueblo de Belvís de Monroy, que convoca acciones constantes «para que no se apague Extremadura». Es su manera de poner pie en pared ante una decisión que responde a un cliché político y carece de sentido económico, estratégico y social. Lo demuestra el hecho de que las dos exvicepresidentas más importantes para Sánchez, Nadia Calviño y Teresa Ribera, empezaran a tomar decisiones en favor de la energía nuclear en cuanto salieron del Gobierno de España. La primera, desde el Banco Europeo de Inversiones y la segunda, como vicepresidenta de la Comisión Europea.
La ideología del presidente sale muy cara como vimos con la pandemia, la gestión de la postdana o las excusas para no elevar el gasto militar cuando tocaba. Con el cierre de Almaraz nos jugamos sufrir apagones, como advierte Red Eléctrica; retroceder en soberanía energética, como teme Bruselas; y perder una gran oportunidad de industrialización, la que ofrecen las grandes empresas de datos que buscan un emplazamiento estratégico con buenas infraestructuras y clima. Sería el retrato de España si pudiéramos asegurar que aquí nunca fallará la luz. Y para eso, como dice Birol, hay que replantearse el apagón nuclear.
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