Cabeza fría

De presidente resiliente a presidente elástico

A Sánchez le pesó más el daño a su propia credibilidad que a la coalición al decidir romper el contrato de munición

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Pedro Sánchez ha vuelto a superar, por el contrato de munición con una empresa de Israel, otra minicrisis en el seno de su Gobierno. El jefe del Ejecutivo camina constantemente sobre el alambre. Cuando no es por Carles Puigdemont es por Begoña Gómez o ... por su propio hermano. Cuando no, por el caso Ábalos o por sus socios de la izquierda. Pero no se cae y esa capacidad hay que seguir reconociéndosela. Entre sus socios ya no lo llaman «resiliencia» sino «elasticidad». Es la manera de intentar disfrazar como positivo que Sánchez no tenga líneas rojas ni un marco mínimo de juego que pueda constreñir su campo de acción a la hora de buscar su supervivencia política. Sus palabras y sus acciones nunca son firmes sino elásticas, adaptables a lo que sea necesario con tal de superar cualquier cisma.

Esta vez ha dejado desautorizados a Fernando Grande-Marlaska y a Yolanda Díaz. El primero había decidido con buen criterio que el contrato seguía adelante porque era absurdo pagar a la empresa israelí una indemnización por romperlo y no recibir el material. La segunda había dicho que seguiría en el Gobierno pese a la compra de cartuchos después de que Enrique Santiago amenazara con la ruptura de la coalición si no se daba marcha atrás al contrato.

Santiago es el líder del Partido Comunista y dentro de IU es portavoz parlamentario. ¿Tiene de verdad tanta fuerza como para asustar a Sánchez hasta el punto de llevarle a romper el contrato cuando todos sabemos que es improbable que Sumar abandone el Gobierno y que las amenazas de ruptura suelen ser meras tácticas de presión?

Nadie sabe lo que de verdad pasa por la cabeza del jefe del Gobierno pero algunos de los que mejor le interpretan lo descartan: «Le afectó más el daño a su propia credibilidad, con la que ya tiene un problema, tras lo que declaró con rotundidad en sede parlamentaria». Se refieren a que Sánchez aseguró el 10 de abril del año pasado ante el Congreso que esas operaciones se habían acabado tras el estallido de la guerra en Gaza. «Quédese tranquilo, que desde el 7 de octubre España no desarrolla ninguna operación de compraventa de armas con Israel, ninguna. Eso quiero que lo tenga usted claro para que también lo tenga claro, lógicamente, el conjunto de la ciudadanía española», espetó el socialista a Gabriel Rufián.

Ante eso, ¿qué son para Sánchez seis millones de euros que él no pagará si pueden evitar que IU y Podemos le dejen en evidencia y le roben una bandera? ¿Qué es para él desautorizar a un ministro que lleva años achicharrado y dejar en ridículo a una vicepresidenta que no dirige ni su propia formación?

El jefe del Gobierno sigue sobre el alambre pero soporta el peso de la incógnita que planteó Emiliano García-Page esta semana en el Club Siglo XXI: ¿Cuánto tiempo puede aguantar Sumar la presión de Podemos, la búsqueda de protagonismo de IU y la continua pérdida de relevancia de Yolanda Díaz? Y aquí la elasticidad de Sánchez no es suficiente para asegurar una respuesta.

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