CABEZA FRÍA
La telenovela de BBVA y Sabadell
Lo que debería ser una operación trabajada en absoluto sigilo se ha convertido en un culebrón que bien podríamos seguir comiendo palomitas
A Pedro le ha salido mal
Daltonismo en el Congreso
Sosiego. Si hay una norma no escrita para decidir la estrategia de una empresa es ésa. Mucho más en el caso de una compañía en Bolsa, donde una decisión mal pensada puede descalabrar la cotización. Y aún más en el sector bancario, donde no solo ... está en juego el interés de sus accionistas sino algo tan capilar y sensible como la salud del sistema de crédito.
Pero sosiego es lo que ha faltado en el intento de compra de BBVA a Sabadell. Y lo ha hecho por las dos partes. Lo que debería haber sido una operación trabajada en absoluto sigilo que conociéramos después de que las cifras, el reparto de poder y la neutralidad del Gobierno estuvieran amarradas (o casi) se ha convertido en una telenovela en 'prime time' que bien podríamos seguir comiendo palomitas. El culebrón lleva por título 'Pasión de obstinados'. Arranca con BBVA intentando repetir una operación que le salió mal hace cuatro años, y haciéndolo a sabiendas de que si Sabadell sigue solo es porque otros que tantearon comprarlo en el pasado, La Caixa sin ir más lejos, abandonaron la idea al ver que Josep Oliu es, en esto, como Pedro Sánchez con su «no es no» a Mariano Rajoy.
No se trata de si la operación tiene sentido o no. Desde el punto de vista de BBVA es obvio que lo tiene porque necesita ganar peso en mercados solventes, España, para recortar en emergentes, el México de Andrés López Obrador, por ejemplo. Se trata de haber medido bien a priori si, realmente, esta operación podría llegar buen puerto o era demasiado arriesgada para su acción. ¿Quiénes aconsejaron a Carlos Torres sobre las bondades de esta maniobra?, ¿o decidió tirar hacia adelante desoyendo las recomendaciones de sus asesores?
Tras el título, el primer capítulo empieza fuerte, con una filtración de la operación a través, ni más ni menos, que de Sky News. El culpable no podía haber dejado una pista más evidente. Elegir una cadena británica para ello deja clara la intención de dar la mayor repercusión internacional posible a la noticia y, por tanto, intentar reventar la compra. Si pensamos en que Sabadell es el que busca este objetivo, podemos pensar hacia dónde dirigir las sospechas. Si el principal deber de un gestor de una empresa cotizada es lograr el mayor valor posible para sus accionistas, es cuanto menos reprochable que se intente abortar una propuesta de compra antes de que la empresa interesada haya podido presentar sus términos.
El segundo capítulo mantiene alta la tensión y los giros de guion. Las decisiones que ya conoce el lector, el no del Sabadell y la opa hostil posterior de BBVA. Pero rodeadas de circunstancias tan sorprendentes en una absorción bancaria como un vídeo publicado en YouTube del presidente y el consejero delegado del banco catalán, la filtración de fragmentos de un 'mail' privado de Carlos Torres (BBVA), la comunicación posterior del contenido íntegro de la carta a la CNMV o una rueda de prensa demasiado apresurada. Falta rigor y sobra precipitación en una delicadísima operación en la que debería haber imperado el sosiego desde el principio.