la tercera
Ellos y ellas en la Universidad
«A pesar de que el avance en las últimas décadas haya sido mayor que en los últimos veinte siglos, los datos son tozudos y el progreso en algunos ámbitos demasiado lento»
Trump en su Torre
Por una Constitución de la Tierra
Amaya Mendikoetxea
Para ser escritora una mujer necesita dinero y una habitación propia. Son palabras de Virginia Woolf, una de las más destacadas figuras del modernismo anglosajón y del feminismo internacional. Independencia económica, privacidad, libertad individual son conquistas de las mujeres en los países avanzados, imprescindibles ... para su desarrollo profesional. Trasladado a la carrera científica, podríamos decir que para hacer ciencia una mujer necesita dinero y su laboratorio propio; es decir, necesita un salario y financiar su investigación y un espacio propio para desarrollar su labor. A pesar de los indudables avances sociales en la igualdad entre hombres y mujeres, aspectos propios de la carrera académica o científica como la falta de estabilidad, la dedicación, la movilidad, la competitividad, o dificultades en el acceso a la financiación afectan más a ellas que a ellos. Cuando a esto se une la maternidad (y los cuidados), el resultado es una menor productividad científica, que repercute en menos oportunidades de estabilización, de liderazgo de equipos, de captación de fondos y de visibilidad y participación en el mundo científico. Es significativo que durante el confinamiento por la pandemia de la COVID, la brecha de producción científica entre hombres y mujeres se agrandó, muy probablemente por la desigualdad de atenciones en el cuidado de la casa y de los niños. Más hombres que mujeres, según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, contaban con una habitación aislada para trabajar: su habitación propia.
En España, desde la democracia, las mujeres han accedido de forma masiva a la universidad y son mayoría en los estudios de grado. Solo con este conocido dato se entendería el escepticismo que provoca en algunos entornos hablar de las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en la universidad y en la ciencia, incluida una significativa brecha salarial. Y es que más allá de las cifras que acaparan titulares, como la infrarrepresentación de mujeres en estudios de contenido científico y tecnológico (las llamadas disciplinas STEM: ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), el número de catedráticas (apenas el 25%) o de rectoras (alrededor del 20%), existen desigualdades persistentes y sistémicas en todas las etapas de la vida académica y en todas las disciplinas, así como en las distintas funciones del profesorado y particularmente en investigación, innovación y gestión, donde sigue habiendo una dolorosa ausencia de liderazgo en las mujeres.
Hemos avanzado mucho en el diagnóstico, pero sigue siendo necesario profundizar en los datos para comprender mejor el problema. Por ejemplo, las mujeres no están infrarrepresentadas en todas las disciplinas STEM, siendo muy mayoritaria su presencia en todas las ramas de lo 'bio' y paritaria en química. Ahora bien, si física es la disciplina científica con menos mujeres, las investigadoras en física teórica no alcanzan ni el 10%. En las disciplinas de humanidades, consideradas altamente feminizadas, son mayoría las mujeres en estudios de lengua y literatura, pero no tanto en otras disciplinas como la historia, y mucho menos en la filosofía. Una llamativa brecha interna que debemos poner en relación con la llamada brecha STEM: todo aquello que requiera razonamiento lógico, pensamiento abstracto, objetividad o rigor intelectual parece ser 'cosa de hombres'. Ellas son mayoría en la Universidad, pero los patrones sociales y culturales de siglos se repiten y apenas han variado desde que en las primeras décadas del S XX las mujeres comenzaran a acceder en igualdad de condiciones que los hombres a la universidad y se concentraran en aquellas carreras acordes con su rol social y familiar: las relacionadas con los cuidados, la educación, las artes y las letras.
En puestos de liderazgo y gestión, las leyes de igualdad han impulsado la creación de equipos paritarios, con una presencia significativa de mujeres en puestos 'de apoyo' (subdirección, vicedecanatos, vicerrectorados), pero sigue siendo minoritaria su presencia en cargos unipersonales y de dirección estratégica (alrededor del 30%), como dirección de departamentos e institutos, decano/a y rector/a. No resulta sorprendente, sin embargo, que los vicerrectorados o vicedecanatos que suelen ocupar las mujeres sean en áreas relacionadas con estudiantado y vida universitaria y sociedad, mientras que ellos ocupen mayoritariamente aquellos relacionadas con la gestión de recursos humanos y planificación económica, una división que reproduce nuevamente los roles sociales de hombres y mujeres. También las diferencias en cargos electivos son un reflejo de cómo tradicionalmente se han delimitado por sexo los ámbitos de actuación: el hombre pertenece a la esfera pública y la mujer a la privada. Falta de confianza, falta de referentes, pero también la exposición y el escrutinio público que suponen una elección abierta siguen intimidando a las mujeres y erosionando las disposiciones voluntariosas de nuestra legislación. No es de extrañar que en España haya significativamente menos rectoras en las universidades públicas que en las privadas, donde es un cargo por concurso o designación y no electivo.
Efecto Matilda, síndrome de la impostora, techos de cristal, suelos pegajosos son algunas de las etiquetas que se han utilizado para describir la situación de las mujeres en el mundo laboral, y también en la universidad y la ciencia, como si fuera un problema propio de las mujeres y no de estereotipos profundamente arraigados en nuestra sociedad, además de factores relacionados con la cultura de la ciencia y la vida académica. Es quizás en la brecha STEM donde esto se observa de forma más diáfana. Numerosos estudios muestran que el desinterés de las niñas por estas disciplinas comienza muy pronto. Alrededor de los seis años niños y niñas ya tienen repartidos los roles: ellas son trabajadoras y modestas y ellos son brillantes, son genios, un estereotipo, el del genio, que, por cierto, también ha hecho mucho daño a las disciplinas STEM. No cabe duda de que los factores que llevan al desinterés de las niñas por estas disciplinas en todas las etapas educativas se ven reforzados por la sobrerrepresentación de las mujeres en otras materias: es decir, tan preocupante es la existencia minoritaria de mujeres ingenieras como la de hombres profesores o enfermeros. A pesar de que el avance en las últimas décadas haya sido mayor que en los últimos veinte siglos, los datos son tozudos y el progreso en algunos ámbitos demasiado lento. No podemos simplemente confiar en que el tiempo lo arregle, en una sociedad donde el tiempo es un bien escaso, especialmente para las mujeres. La habitación propia de Virginia Woolf, un espacio físico y mental necesario para crear o investigar, no debe convertirse en un refugio o una prisión donde estar agazapadas. Como decía la también escritora Emily Dickinson, solo conocemos nuestra verdadera estatura cuando nos ponemos de pie y para ello, me temo, tan importante es tener tu habitación propia como salir de ella.
es rectora de la Universidad Autónoma de Madrid y catedrática de Lingüística Inglesa
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