el batallón
Galindo y los albañiles del Muro
«Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo», pero en vez de hacerle la pelota a Katia Loritz se la hacen a Sánchez y, de rebote, a Puigdemont
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Iniciar sesiónLa realidad, que normalmente supera a la ficción, nos ha hecho recordar estos días una de esas escenas memorables del cine español que consiguen pasar de la pantalla a la conversación de la calle, el bar, la salita de estar o el trabajo. Se trata ... de aquella en la que en 'Atraco a las tres' López Vázquez (en la película, un bancario grisáceo y quejumbroso) le hace la rosca a Katia Loritz (que interpreta a una vedete de fama) presentándose babeante ante semejante guayabo como «Fernando Galindo, un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo». La cinta es de principios de los sesenta pero desde entonces ese rosario de términos de servidumbre que enhebraba López Vázquez se ha incrustado en el lenguaje popular para definir al perfecto pelota ibérico, al que no encuentra límite en la adulación ni en el uso del pleonasmo y al que es capaz de arrastrarse con tal de darle coba a la conquista o al que le va a procurar alguna canonjía, puesto o prebenda.
La actualidad nos ha trae a otro Fernando Galindo, recientemente ascendido desde las tripas del sanchismo (era director general en un ministerio) al puesto de letrado mayor de las Cortes que preside Francina y que no encuentra pega constitucional alguna a la proposición de ley de amnistía registrada por el PSOE en cumplimiento de la orden dada por Puigdemont, que finalmente es el que manda. No observa Galindo tacha jurídica alguna en ese engendro legal pese a que la doctrina hasta ahora mantenida por los letrados era exactamente la contraria. Le faltó incluir bajo la firma del informe aquello de «un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo» para dejar aún más clara su emocionada entrega al sanchismo.
El Galindo de estos días parece dispuesto a formar parte de la cuadrilla de albañiles que van a levantar el Muro que Sánchez se ha comprometido a erigir para aislar allí a la mitad de España, esa que no se pliega a su plan de terminar con el Estado de derecho, la división de poderes y la igualdad ante la ley de todos los españoles. Galindo sólo es uno más y seguramente no pase de oficial de primera en la obra, un alarife de tantos dentro de la camarilla, arrimando el hombro y los ladrillos junto a Ortiz y Castro, fiscal y abogada general del Estado... sanchista. Todos, a las órdenes de Bolaños, el artillero-jefe que entre las almenas dirigirá el fuego graneado de las bombardas a la oposición, esa caterva de fachas que se rebelan contra el humillante trágala impuesto desde Waterloo. Alegría, Puente, Montero y García (médica, madre y ahora ministra) le acompañarán en el oficio artillero, disparando contra todo lo que se menee extramuros de esa atalaya que en el fondo protege a los separatistas. Y detrás, como jurisconsulto de guardia en el muro, Pumpido al frente del buldócer que allana el camino de todo en el TC, convertido en piedra angular del paredón para dar cierta apariencia jurídica al adefesio. Todo lo que proponga el sanchismo será constitucional; y todos los recursos de la oposición serán ahogados en el foso de agua de borrajas que circunda ese muro que protege una democracia de aguachirri.
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