Casa de fieras
25 años más, no, por favor
Vivir otros veinticinco años puede suponer una angustia indescriptible
No darse cuenta a tiempo
Que se lo digan a Oscar Wilde
Un equipo de investigadores liderado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke (Singapur) acaba de darnos la terrible noticia de la semana. Resulta que su equipo ha logrado alargar en un 25 por ciento la vida de unos roedores de laboratorio, ... después de aplicar una inyección mensual. Aseguran, además, que ese nuevo cuarto de vida está libre de enfermedades y molestias. El estudio señala que el bloqueo de la proteína inflamatoria interlucina II mejoró el metabolismo y la función muscular y redujo los signos de envejecimiento de las ratitas. Es como si de golpe y porrazo, la esperanza de vida de los humanos se alargara otros veinticinco años. La noticia es un drama en toda regla. En el fondo, si lo piensan, permanecer otros veinticinco años en la Tierra puede suponer una angustia de tamaño indescriptible. Además, el desajuste que supondría para la Administración sería inasumible. Ya tenemos las pensiones en modo inalcanzable, así que imaginen la locura de tener una población jubilada durante cincuenta años. Todo es un sumo disparate. En vez de probar este tipo de avances, con la enorme inversión de dinero que supone, ya podrían destinar todo ese capital para un sinfín de cosas que actualmente no entran dentro de los planes de los investigadores. Por ejemplo, sería oportunísimo averiguar por qué hay tanta gente que manda audios por WhatsApp. Directamente, mis relaciones sociales están cambiando según el uso que algunos emplean en la dichosa aplicación. Ya no es simplemente el hecho de dar el coñazo mandando mensajes, sino que además son audios, es decir, es una conversación de besugos a plazos. Hay personas que para decirte «hola, cómo estás. Te escribo para invitarte a cenar el próximo jueves a las nueve y media en casa», mandan entre diez y once mensajes. Como si eso de escribir mensajes te obligara a separarlos en palabras sueltas. Pues los bandidos que utilizan la opción de enviar audios también emplean cinco o seis mensajes para el mismo fin. Yo, si fuera miembro de la Facultad de Medicina de Duke en Singapur, destinaría los fondos necesarios para estudiar ese fenómeno en las relaciones de las personas. Con lo sencillo que resulta llamar e invitar en cinco segundos a alguien a cenar. Nos esforzamos en algunas cosas que son una condena para el futuro de la humanidad, como eso de alargar en un 25 por ciento la vida en general. Puestos a necesitar avances, ¿qué les parece si los investigadores descifran de una vez la razón por la que los humanos si ven una cola se apuntan? Sea de lo que sea. El otro día, por ejemplo, una marca de juguetes eróticos regalaba en la plaza de Pontejos de Madrid algo. Me imagino que relacionado con su producto. De pronto vi a tres señoras de muy avanzada edad que se ponían al final de la cola y, ni cortas ni perezosas, esperaron durante varias horas su turno. Al llegar al mostrador se escandalizaron al averiguar el presente que allí ofrecían. Ni preguntaron ni trataron de saber por qué esperaban. Y por culpa de los investigadores de Duke, corremos el riesgo de tener que esperar en esas colas otros veinticinco años más.