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EDITORIAL

Torra deja en evidencia al Gobierno

Deben cesar las ofertas eternas de diálogo a una Generalitat que quiere imponer sus condiciones para proclamar una «república» catalana

Quim Torra, presidente de la Generalitat EP

ABC

Definitivamente el presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, es un iluminado, pero lo peor no es que lo sea, sino que Pedro Sánchez trate de adocenarlo inútilmente mintiendo a todos los españoles. Suponiendo que Torra diga la verdad, lo cual es mucho suponer, Sánchez ocultó a la opinión pública tras su reunión del pasado jueves que había recibido una «propuesta de acuerdo democrático» con 21 exigencias, entre ellas una consulta para la autodeterminación de Cataluña, a la que el Gobierno debe responder en breve porque de lo contrario no verá aprobados los Presupuestos Generales. Chantaje tras chantaje, en España es Torra quien sigue imponiendo el ritmo de los tiempos y la agenda política. Los españoles ya saben que Sánchez no está dispuesto a aplicar el artículo 155 de la Constitución, pero seguir receptivo a un chantaje inasumible es una ofensa a la ciudadanía. Ya es hora de que cesen las ofertas eternas de diálogo a una Generalitat que quiere imponer sus condiciones para proclamar una «república» catalana. Y ya es hora de que Sánchez aterrice y no incurra en más ensoñaciones de soluciones mágicas para Cataluña. Mientras el separatismo proponga sandeces como la «desfranquización de España», el aislamiento del «fascismo y la ultraderecha» o la conformación de una «comisión internacional que medie entre los Gobiernos de Cataluña y de España», será absurdo intentar cualquier diálogo. Torra incurre en conductas casi enfermizas que no revelan sino su interés por ganar tiempo y acorralar a Sánchez, que está haciendo una dejación de funciones alarmante.

Una cosa es que Sánchez necesite los votos del separatismo catalán para aprobar los Presupuestos y prolongar esta legislatura, y otra muy distinta es que se muestre dispuesto a venderse en contra de los intereses de todos los españoles y de su propio partido. Sánchez podría haber comunicado a la opinión pública lo inasumible de esa «propuesta de acuerdo democrático» y afirmar que España no va a ser rehén de los caprichos supremacistas de Torra. Podría haber dicho públicamente que ha intentado negociar hasta la extenuación con el separatismo para que rectificase. Y podría haber mostrado un mínimo de la autoridad imputable a un presidente del Gobierno cuando nuestra democracia se ve amenazada con intentos golpistas. Sin embargo, Sánchez se ha marchado de vacaciones albergando la esperanza de dividir más al independentismo en interés propio. La creciente preocupación en las filas socialistas es lógica porque Sánchez no parece dominar la situación. De algún modo, Torra se está mofando de la reunión que mantuvieron ambos esperando una respuesta «española» a sus condiciones. Bien harían Torra, y muy especialmente Sánchez, en tomar nota de las palabras del Rey en su discurso de Nochebuena sobre lo que significa la lealtad a la Constitución.

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