Respuestas ante la gripe A
LEJOS de cualquier histeria o alarmismo excesivo, es indudable que según se acerca el otoño aumenta la inquietud por la evolución de la gripe A en nuestro país. Los últimos datos no son buenos: se confirman 14.391 nuevos enfermos en la última semana y ... ha fallecido la undécima víctima, esta vez en Castellón. Es verdad que España no sale mal parada en la comparación internacional, con 32.000 casos por cada 100.000 habitantes, un porcentaje inferior al de otros países europeos. Lo más preocupante son algunas dudas que han sembrado ciertas informaciones recientes. Parece claro que la vacuna no va a llegar a tiempo para el comienzo del curso escolar, a pesar de que los colegios son un evidente foco de riesgo como núcleo de difusión del virus. Puesto que las primeras dosis estarán disponibles -según se anuncia- para finales de septiembre, nuestros escolares van a estar sometidos a una probabilidad de contagio que podría derivar en un notable incremento de los casos confirmados. El Ministerio de Sanidad debe plantear seriamente ante las comunidades autónomas una postura común y homogénea, atendiendo a las indicaciones de la OMS, sin descartar un aplazamiento del comienzo del curso, que por ahora sólo se contempla en Navarra. Es evidente que aquí no sirve invocar competencias autonómicas ni recelos territoriales, porque los virus no respetan las barreras administrativas, y Trinidad Jiménez tendrá que ejercer sin titubeos las facultades de coordinación que corresponden al Estado en este tipo de situaciones.
El sistema sanitario español está respondiendo de forma razonablemente positiva al desafío que supone una pandemia de alcance universal. Hay que procurar por todos los medios que las vacunas estén disponibles cuanto antes y se distribuyan con la máxima celeridad. Es preciso también identificar a los grupos de riesgo para desarrollar una labor preventiva que dificulte la expansión de la enfermedad. La ministra de Sanidad dice con razón que debe evitarse el pánico que podría llevar al colapso del sistema hospitalario ante una hipotética avalancha de consultas en los centros de salud. Sin embargo, no basta con declaraciones sensatas sino que la Administración debe poner los medios indispensables para garantizar la atención telefónica y domiciliaria, evitando que la gente acuda a urgencias en cuanto aparezca cualquier síntoma leve. En estas circunstancias, la eficacia de los poderes públicos y una política informativa de máxima transparencia son las mejores fórmulas para calmar la lógica inquietud social.
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