Reposa sobre tabla de madera
A mediados del último agosto, los médicos diagnosticaron que no había nada más que hacer; el cáncer de pulmón lo tenía casi devorado. Newman prefirió irse a su casa para esperar la llegada de Mr. Jordan, que aguantar la ingravidez de la habitación de un ... hospital por muy acreditado que estuviese, donde el desahuciado cuenta la marcha de las horas. El óbito de Paul Newman, tristemente, acaba de suceder. Con su desaparición se ha perdido uno de los actores más significativos del cine americano de todos los tiempos (del mudo, el hablado, el musical o hasta el de los efectos especiales).
El 19 de octubre de 1959, tuve la oportunidad de verle interpretar Dulce pájaro de juventud, en el escenario del teatro Martin Beck, de la calle 45, en el Broadway neoyorquino, junto a Geraldine Page y Sidney Blackmer, la obra de Tennessee Williams, que dirigía Elia Kazan. El teatro estaba abarrotado; las inmediaciones del local llenas de espectadores y curiosos.
Kazan intercalaba escenas relacionadas con la trama, proyectadas sobre una pantalla que aparecía en el escenario, en determinados momentos de la representación. Rizaba su rizo conjugando Teatro con Cine, Artes donde lo dominaba todo.
Me invitó su publicista. Cuando terminó la función pasamos a saludarle a su camerino; tuvimos que aguardar unos minutos en el pasillo hasta que se repusiera del esfuerzo de la interpretación; se hubiera limpiado el sudor y hubiera ingerido algún alimento para reponer fuerzas.
Cuando pudimos pasar lo encontramos tumbado sobre una tabla de madera, colocada casi verticalmente para que él pudiera mirar y observar a quien entraba por la puerta. Casi no se movía; me recordaba a las figuras de cera que señalan gente famosa en los concurridos museos de la especialidad. Pero, a diferencia de ellos, Newman podía hablar si quería; lo hizo con mi acompañante para preguntarla su opinión -siempre aparece sin exclusión el dichoso Ego de los humanos-. A mí, me miró de arriba abajo, como preguntándose a sí mismo: -Este extranjero, ¿habrá entendido la obra? Pero le dejé con las ganas de saberlo. Mi proceder fue hablar por señas dentro del camerino con el pretexto de no perturbar su reposo. Pienso que lo único que me faltó fue utilizar una trompetilla para responderles como la que usa Harpo Marx, cada vez que Groucho le dirige la palabra en sus películas.
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