Tiempo recobrado
Weil y el silencio de Dios
Creía que era posible implantar el Reino de Dios en la tierra con las ideas cristianas. Para ella era mucho más importante la acción que la fe
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Iniciar sesiónSimone Weil ha sido una referencia recurrente en mi vida. Acostumbro desde hace años a abrir sus ‘Oeuvres’ al azar y ponerme a leer. Hace unos días, descubrí un largo párrafo en el que sostiene que nunca ha dedicado ni uno solo de sus pensamientos ... a dilucidar si Dios existe. Una reflexión sorprendente en una persona cuyas acciones siempre estuvieron guiadas por su cristianismo.
«Desde adolescente siempre pensé que Dios es un problema cuyos datos nos faltan aquí abajo y que el único método para evitar resolverlo en falso es no plantearlo», escribió. Y a continuación subrayaba que las ideas cristianas en las que ella creía firmemente no dependían para nada de la existencia de un Ser Supremo: «Ni afirmaba, ni negaba. Me parecía inútil. Lo importante era actuar».
Nacida en el seno de una familia judía, nunca dejó de hacerlo. Abandonó su carrera docente para trabajar en la Renault con 23 años, vino a España para combatir en las filas republicanas y luego se fue a Londres para luchar contra los nazis. Allí murió a los 34 años tras decidir que no iba a comer para dar ejemplo de austeridad. Era una mujer torpe, desgarbada, atormentada y solitaria.
Weil creía que era posible implantar el Reino de Dios en la tierra con las ideas cristianas. Para ella era mucho más importante la acción que la fe. Ello no le impedía sostener que el principal objetivo de la existencia humana es la búsqueda de la verdad, sean cuales sean las aptitudes de cada individuo. Esta idea no me resulta extraña porque también Albert Camus exaltaba la importancia del compromiso personal para encontrar un sentido a la vida.
Tanto Weil como Camus sostenían que la ética de la acción no tiene por qué estar sustentada en la fe, algo que podría sonar extraño a los católicos que vinculan sus actos de amor y compasión a la existencia de Dios. En cierta forma, la pensadora parisina anteponía la voluntad de servir a los hombres y luchar contra la injusticia a ese Dios desligado del mundo, que mantiene un permanente silencio, según afirmaba en sus escritos.
Simone de Beauvoir relata cómo Weil estalló en un gran llanto cuando se enteró de que China estaba padeciendo una hambruna que había provocado decenas de miles de muertos. «La envidiaba porque tenía un corazón capaz de latir por todo el mundo», anotó.
El combate de Weil contra las injusticias de este planeta, en el fondo, un acto de desesperación sin recompensa alguna porque ella había sacrificado la esperanza a la solidaridad con una humanidad doliente. Por eso, su grandeza moral resulta impresionante. «Matar con el pensamiento todo cuanto se ama: es la única forma de morir», escribió. A la manera machadiana, subió a la nave desnuda y sin equipaje, partió muy joven. Lo que ignoramos es si había encontrado esa verdad que tanto buscaba.
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