Tiempo recobrado
Platón en la mesilla
Sánchez es un visionario, un profeta, un filósofo que nos desvela una realidad oculta
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La característica más definitoria del Gobierno que preside Pedro Sánchez es su carácter platónico. Ni Ático, ni Jenócrates, ni Clitómaco, ni Plotino igualaron en entusiasmo por el filósofo griego al presidente del Gobierno. Hace unos meses, escribí en estas páginas que Sánchez era hegeliano. Corrijo ... ahora mi tesis: es un fiel lector, intérprete y seguidor de Platón.
Sánchez es un político que practica el principio esencial de la filosofía platónica: que todo lo que perciben nuestros sentidos es el pálido reflejo de unas ideas eternas e inmutables que existen en un más allá. Platón recurre al mito de la caverna para expresar que los hombres, encadenados en una cueva, sólo pueden ver las sombras que proyectan las ideas sobre la realidad.
Eso es lo que cree Sánchez, que nos manifiesta cada día que lo que percibimos a través de nuestros ojos es una mera apariencia engañosa, sombras que distorsionan la luz que emana de La Moncloa. Ahí reside la fuente de toda verdad y conocimiento.
Si hay una contradicción entre lo que él proclama, sea una afirmación sobre la pandemia o la economía, usted no debe creer lo que le dicta su sentido común. Debe pensar que el que acierta es el presidente al enunciar esas verdades trascendentales que él maneja y que se expresan por su aparato de propaganda. Las cosas no son como parecen sino como él dice.
Sánchez es un visionario, un profeta, un filósofo que nos desvela una realidad oculta. Y tiene compañía en el Gobierno. Muchos de sus ministros le imitan. Por ejemplo, la competente Yolanda Díaz, que acaba de declarar que el mundo «nos mira». Según su visión platónica, el Ejecutivo va a aplicar «unos algoritmos» para conseguir que los ciudadanos sean felices. O sea que hay un orden natural de los números inscrito en la naturaleza de las cosas. No se puede ser más entusiasta del fundador de la Academia.
Toda la acción del Gobierno se inspira en el más puro Platón, cuyos escritos están dedicados en buena parte a la enseñanza de sus discípulos. Fue el maestro de Aristóteles quien sostuvo que los sabios debían gobernar con el apoyo de los guerreros. En esto también Sánchez también es platónico. Se ha rodeado de un grupo de fieles que ejecutan las directrices que salen de los cerebros de La Moncloa, que marcan las políticas de los ministerios y las campañas.
Todo es radical platonismo en Sánchez, que está convencido de la engañosa entidad de lo que percibimos porque él es depositario de una realidad hiperuránica que nos transmite como Zoroastro al bajar de la montaña. Por ejemplo, la idea de que Díaz Ayuso ha ganado gracias a la afición a los berberechos de los madrileños. A esto Platón lo llamaba ‘melancolía’, una bilis negra que trastoca el entendimiento. Lo dicho: Sánchez gobierna con ‘La República’ en su mesilla de noche.
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