Tiempo recobrado
El hombre del KGB
Putin está dispuesto a cruzar todas las líneas rojas para restablecer el poder que tenía la Unión Soviética cuando el régimen comunista fue liquidado
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Iniciar sesiónPoco o nada se puede entender de lo que está sucediendo en Ucrania sin profundizar en la personalidad de Vladímir Putin, que lleva gobernando Rusia como un monarca absoluto desde hace más de dos décadas tras el final de la era Yeltsin.
Gracias a su ... alianza con los oligarcas y al control del Ejército, los servicios secretos y los medios de comunicación, Putin concentra en sus manos un poder superior al que tenían los jerarcas de la antigua Unión Soviética. Ni Kruschev ni Brezhnev ni Andropov dispusieron de una capacidad de decisión equiparable, ya que estaban limitados por la influencia del aparato del partido. Solamente Stalin acumuló un poder tan desmesurado.
Putin, hijo de un oficial de la Marina, fue reclutado por el KGB a finales de los años 70 y estuvo destinado en Dresde en el periodo entre 1985 y 1989. Allí colaboró con la Stasi, la siniestra policía política de la RDA, y asistió al derrumbe del comunismo. Sus biógrafos relatan su frustración al constatar que el Ejército Rojo se abstuvo de intervenir en las protestas que provocaron la caída del Muro de Berlín. Vio cómo las multitudes salían a la calle, cercaban los cuarteles de la Stasi y perseguían a sus agentes.
El hombre que gobierna Rusia es un autócrata formado en la cultura de un KGB que espiaba a los ciudadanos soviéticos y ejercía un férreo control sobre sus vidas. Podía detener a personas sin orden judicial, enviarlas a Siberia o fusilarlas por traición. Todavía en la época de Andropov en los años 80 fueron ejecutados en secreto decenas de disidentes.
Putin es una mezcla de fanatismo y crueldad. Está dispuesto a cruzar todas las líneas rojas para restablecer el poder y la influencia que tenía la Unión Soviética cuando el régimen comunista fue liquidado tras la destitución de Gorbachov y la desaparición del bloque del Pacto de Varsovia.
El verdadero carácter del gobernante del Kremlin lo vimos hace unos días cuando abroncó ante las cámaras de televisión a un dirigente por sugerir que había que negociar con la OTAN. Pudimos observar en el sujeto el pavor causado por las palabras de Putin y cómo balbuceaba sus excusas.
Putin es implacable, no está acostumbrado a discutir y cree que el uso de la fuerza es totalmente lícito. Cuando un disidente como Litvinenko le molestaba, no dudó en envenenarle con polonio, lo mismo que ordenó el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya. Estos crímenes jamás se habrían llevado a cabo sin su consentimiento.
Putin no va a negociar ni a ceder. Es un ser arrogante, cegado por una hybris sin límites. Sabe que, si fracasa, le aguarda el infierno. Ni las sanciones ni las presiones diplomáticas le asustan, por lo que sólo el insoportable coste de la invasión de Ucrania podría provocar la caída de este autócrata que, sin duda, morirá matando.
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