Tiempo recobrado
Colores
Esto no tendrá arreglo hasta que empecemos a ver la enorme variedad de grises que existen
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Iniciar sesiónUno de los últimos textos de Ludwig Wittgenstein, muy poco conocido, es «Observación sobre los colores», terminado pocos días antes de su muerte a causa de un penoso cáncer. El ensayo es de extraordinario interés porque el filósofo vienés aprovecha la reflexión psicologista de Goethe ... sobre los colores para abordar un análisis sobre cómo el lenguaje construye la realidad.
Su tesis es que las cosas son como las nombramos y, por ello, los colores son construcciones culturales. Dicho de otra manera, es el lenguaje el que determina cómo vemos la realidad, de suerte que los griegos fueron ciegos al azul, mientras que hay tribus oceánicas que son capaces de discernir hasta 30 tipos de rojos, al igual que los esquimales tienen una docena de palabras para denominar el estado de la nieve.
Wittgenstein analiza las implicaciones metafísicas de esta concepción que refuta el empirismo y contradice las tesis de Hume, ya que sostiene que no es la realidad la que funda nuestra visión de las cosas, sino que vemos las cosas a partir de las categorías del entendimiento, es decir, del lenguaje. Una idea que se acerca mucho a la analítica trascendental de Kant.
Puede parecer que estas reflexiones de Wittgenstein son muy abstractas, pero no lo son porque explican en buena medida la naturaleza de la política y, más concretamente, lo que está pasando en España tanto en el debate sobre la pandemia como en la vida pública.
Nuestros dirigentes son muy sensibles a unos colores y, en cambio, son incapaces de percibir otros como les sucedía a los griegos. Siempre me ha asombrado que Homero apunta en «La Ilíada» y «La Odisea» en numerosas ocasiones que el mar tiene el color del vino, algo que choca frontalmente con nuestra percepción. Pues bien, también los políticos observan la misma cosa al mismo tiempo y la ven de una forma totalmente distinta e incluso opuesta.
Varios ejemplos recientes. El plan de relanzamiento de la economía presentado por Sánchez con una espectacular coreografía es propaganda vacía para unos y una iniciativa necesaria, solidaria e inteligente para otros. Hay quien asegura que Pablo Iglesias es un delincuente, mientras que sus partidarios señalan que es víctima de una conspiración de las cloacas del Estado. Y hay quien cree que Isabel Díaz Ayuso está en la diana de los ataques oportunistas del PSOE, mientras no falta quien considera que ha provocado una confrontación con el Ejecutivo para sacar rédito político.
El problema de estas visiones es que carecen de matices. Todo es blanco o negro. Y cualquier nuevo episodio sólo sirve para confirmar los prejuicios asumidos previamente. Si uno defiende que hay que mantener las calles a Prieto y Largo Caballero es un títere de la izquierda y, si sostiene lo contrario, es un nostálgico del franquismo. Me han acusado de las dos cosas. Desgraciadamente esto no tendrá arreglo hasta que empecemos a ver la enorme variedad de grises que existen en la realidad.
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