El Papa en España
El próximo 3 de mayo, Su Santidad el Papa Juan Pablo II inicia su quinto viaje apostólico a España. La primera vez, en 1982, con ocasión del IV Centenario de la muerte de Santa Teresa, permaneció diez días en nuestro país. Visitó entonces Madrid, Castilla ... y León, Extremadura, Castilla-La Mancha, Andalucía, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia y Galicia. El segundo viaje, casi inmediato, fue una visita apostólica cortísima, sólo a Zaragoza, unas horas para postrarse a los pies de la Virgen del Pilar, Patrona de España y de la Hispanidad, gesto con el que demostró ya su sensibilidad hacia la evangelización de España en América. En 1989, realizó el tercer viaje, con ocasión de la IV Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela, cumpliendo así una vez más su deseo de estar siempre con los jóvenes. El último, en 1993, fue a Sevilla, con ocasión del IV Congreso Eucarístico.
En este año 2003, en el que se cumple el XXV aniversario de su Pontificado, Juan Pablo II llega de nuevo a España, a una España que conoce bien pero que mucho ha cambiado desde su primera visita. Los jóvenes que le aclamaron en 1982 son ahora adultos, y los que ahora le aclamarán, el 3 de mayo, aún no habían nacido entonces. También el Papa ha cambiado. De un Papa joven y fuerte -le llamaban «el atleta de Dios»-, se ha convertido en la imagen del dolor y de la ancianidad. Y sin embargo, su tesón, su firmeza y fortaleza de ánimo, reflejado todo ello en su mirada y en los expresivos gestos de sus manos, transmiten la misma imagen de confianza y esperanza que ha suscitado siempre en los jóvenes. Con los años, su Pontificado ha ido creciendo en presencia e influencia mundial. Ya no es sólo el Papa de Roma, ni de los católicos. Se ha convertido en el mayor líder del cristianismo y en referente espiritual de la humanidad, faro de esperanza para tantos hombres y mujeres en diferentes latitudes, con distintas religiones y razas. Juan Pablo II ha hecho de su Pontificado un magisterio de la verdad, de la libertad, de la justicia, la solidaridad y la fraternidad, y se ha convertido en el mayor defensor de los derechos humanos.
Es el gran impulsor del ecumenismo, el que acerca a las religiones y a los pueblos. Su Pontificado, que alumbra el Tercer Milenio, ha creado una nueva conciencia de la sociedad mundial. Es defensor de la cultura de la vida, de la familia, de la mujer. Es el Pontífice de la Paz.
Por su magisterio, en tantas materias de importancia profunda para el hombre y la sociedad, ha sido muchas veces loado y tantas otras criticado y vituperado por aquellos que consideran que su defensa de los valores de la vida y del hombre no son defendibles en un mundo que ensalza el consumo y el hedonismo. Pero Él ha sabido mantener los principios y los valores y pienso que, interiormente, hasta quienes le critican, en su conciencia profunda, saben que Él, el representante de Cristo en la tierra, no puede transigir en aquellos valores que conforman la otra parte de la vida del hombre, su componente espiritual, su alma y conciencia natural.
Decía al principio que España ha cambiado mucho desde 1982. Hemos progresado enormemente en el orden económico y social, España tiene ahora una presencia activa no sólo en Europa sino en el mundo. Nuestra sociedad es más dinámica, inquieta y exigente. También es más materialista y más secularizada que aquella de 1982. La rapidez del crecimiento económico, social y político, no ha llevado parejo -y lo dicen tantos intelectuales-, un desarrollo cultural y espiritual similar. Nuestra sociedad tiene más empuje, más vitalidad, más iniciativas, más exigencias. Incluso hemos crecido en la sensibilidad hacia el prójimo y la conciencia de solidaridad; pero desafortunadamente, al aire del ímpetu del progreso y del desarrollo hemos arrumbado muchos valores en nuestra formación cultural, educativa, familiar y espiritual. Son distintos hoy nuestra concepción del ser y existir de España, de nuestra forma de estar en la historia. En la rapidez del desarrollo hemos ido dejando lo que se consideraba un lastre de la historia y que, sin embargo, en aquello que representan los valores, eran precisamente el ancla de nuestra propia existencia histórica.
Leo en algunas noticias de prensa que se anuncian «nubarrones sobre la visita del Papa a España». Dicen esas noticias que muchos colectivos anti-esto y anti-aquello, quieren manifestarse y hacer oír sus conocidas reivindicaciones, sus particularismos o sus pacifismos de grupo con motivo de este viaje apostólico del Papa a España. Algunos de esos grupos le quieren de abanderado de la paz para que bendiga sus banderas pacifistas y no comprenden que el Papa es el «Pacificador» y que de la paz no debe nacer la violencia. Otros, le quieren execrar por enemigo de sus posiciones progresistas, sin darse cuenta de que el Papa no puede trivializar los valores permanentes del hombre, ni ir contra la vida, ni aceptar el adelanto voluntario de la muerte.
En esta tesitura, ¿por qué viene el Papa de nuevo a España? Los Embajadores ante la Santa Sede conocemos que los viajes apostólicos del Papa tienen distintos motivos. Muchas veces, con ocasión de Congresos Internacionales marianos o eucarísticos; otras para presentar a sus pueblos las conclusiones de algún Consistorio o Sínodo; otras para resaltar el recuerdo de lugares bíblicos o de importantes santos o doctores de la Iglesia; otras para animar y promover a las minorías católicas y cristianas en lejanos países. A veces, las menos como en esta ocasión, para beatificar o canonizar nuevos santos en sus lugares de origen.
Sin duda, éste su V viaje apostólico a España ha sido una decisión personal de Juan Pablo II. El Papa eligió la fecha y el lugar. Efectivamente, ha querido canonizar en España, en su tierra, a esos nuevos cinco santos: el Padre Poveda, de Linares (Jaén), y el Padre José Maria Rubio, de Dalias (Almería). Y además, la Madre Maravillas, de Madrid (por cierto, su padre era Embajador ante la Santa Sede al tiempo de su nacimiento); Sor Ángela de la Cruz, de Sevilla; y Sor Genoveva Torres, de Almenara (Castellón). Ese es el motivo manifiesto.
Pero creo personalmente que, en este nuevo viaje del Papa a España hay algo de providencial y mucho de su paternal atención a nuestro país. Yo creo que con su presencia, el Papa, en entrega personal, quiere presentarnos -en este momento de nuestro andar histórico-, una aportación espiritual que refuerce nuestros valores, no sólo como cristianos sino como españoles. Por muchos «nubarrones» que se presenten, creo que tras su visita, nos encontraremos más a nosotros mismos, más conscientes de nuestra responsabilidad como hombres y mujeres, como ciudadanos y como cristianos. Más unidos en la necesaria concordia, en la ineludible tolerancia, en el mantenimiento del diálogo, diálogo con los demás y con nuestra propia conciencia. Su viaje apostólico servirá sin duda para acrecentar nuestra solidaridad y fraternidad entre españoles y con los otros pueblos de la tierra.
En anteriores visitas papales, y en tantas peregrinaciones de españoles a Roma, circulaba el eslogan «España por el Papa y el Papa por España». Hay que recordar que su lema es «Totus Tuus» («Todo Tuyo»), y que en esta visita se nos quiere entregar por entero a todos los españoles. ¡Seamos también nosotros todos con Él!
¡Gracias, Santidad, por Vuestra pastoral presencia en España!
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