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Los ojos son el corazón de un caballero

Si algún sentido tuvo pasar del cine en blanco y negro al de color fue previendo un advenimiento extraordinario. Y al esforzado visionario que hace décadas se devanó los sesos buscando hacer realidad el invento hay que agradecerle, ya por siempre, el regalo precioso, irrepetible ... e inmortal, de una mirada plena de pura luz azul. Ningún escenario geográfico es comparable a la presencia de semejante grandiosidad visual. Ningún paisaje del orbe conocido, ningún lago, o mar, ningún oceáno de ningún continente del planeta, ningún cielo de la galaxia, por más impoluto y claro y luminoso que presuma ser, puede ni podrá jamás llegar a competir con el territorio indiscutible de los bellísimos ojos de Paul Newman anegando la gran pantalla, cegando de resplandeciente claridad, con el líquido terso y sereno de su inmaculada iris, el alma del espectador. Porque el cine rompió todo límite de magnitud, alcanzó el cénit de la impresión del color, cuando capturó por primera vez en la retina de la cámara los bellísimos ojos de Paul Newman, esos ojos que dinamitan cualquier umbral de la belleza de un azul posible.

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