¡No es la independencia, idiota!

LA gente se está yendo de vacaciones con la mosca tras de la oreja.

-¿Seguirán los catalanes ahí cuando volvamos?

Yo creo que sí.

Al catalán le pasa con la independencia de Cataluña lo que al escritor progresista con la censura franquista. ¡El día ... que tal! ¡El día que cuál! Luego, nada.

Se lo explicó muy bien a Ruano el «senyor Maciá», al que decían «senyor Maciá» con ese dejo gracioso con que Gaspart, el presidente del Barça, dijo «senyor Amunike» a su centrocampista de brega. El «senyor Maciá», que fue teniente coronel de Ingenieros, es alto, magro y pide tabaco al periodista, que lleva dos paquetes. (El periodista tira del rubio y el «senyor Maciá» se fuma... el español.)

-Bueno -se viene arriba Ruano-, pero, en suma, ¿qué quieren ustedes? ¿Un reconocimiento de derecho que luego no pondrían en acción?

-Exactamente -responde, entusiasmado, el «senyor Maciá»-. Hace unos días, en un discurso contestando al comandante de las fuerzas de Reus, le decía que le hablaba en español porque él sabría comprender que era el mayor homenaje que en honor suyo podía hacer. Le invité al mismo tiempo a que comprendiera el sufrimiento de Cataluña, privada por la Monarquía y un poder centrista mal entendido de la pública y oficial expansión de su idioma, que es su alma, su tradición. No necesito explicar a usted cómo Cataluña, históricamente, es un país, un auténtico Estado. A nosotros nos basta con que se reconozca así. Con que nos digan oficialmente que tenemos derecho a nuestra independencia. Luego, no haríamos jamás fuerza en la tal independencia. Queremos pertenecer al mapa de España. Yo creo que el «problema catalán», explicado así, lisamente, en una conversación cordial y sin efectismos ni callejones, no puede estar más claro. ¿Le parece?

Me parece que el catalán del «senyor Maciá» juega con la independencia como el gallego de Cela con San Benitiño. Si me muero en San Benitiño de Arriba, que me entierren en San Benitiño de Abajo. Si me muero en San Benitiño de Abajo, que me entierren en San Benitiño de Arriba. ¿Y eso por qué? ¡Por joder! Llevemos el sosiego, pues, a ese amigo que Xavier Rubert de Ventós, novena musa -la décima es Karmele Marchante- del independentismo catalán, dice tener en Madrid, y que, cada vez que lo ve, se le agarra a la pernera del pantalón profiriendo lastimeros «¡No os vayáis!» y «¡Si os vais de España soy más moro!»

-¿Tanto me necesitas, corazón loco? -replica Xavier. (¿O debiéramos decir Karmele?)

Amigo de Madrid que necesitas de la compañía del autor de «Filosofia d´estar per casa» para no sentirte moro: ¡No es la independencia, idiota! Los catalanes no la quieren ni locos. Y ahora vuelven a estar tranquilos. Le han sacado a Zapatero dinero, y a Laporta, un sueco con cara de pájaro carpintero, pero tan caro como los del «Madrit». Vaca en paz.

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