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El del Ministerio de Rey mago

LA política como el toreo. El primer toro ha significado un petardo indiscutible para el matador, el respetable le ha silbado, chillado, insultado, los comentaristas le han puesto a escurrir, el petardo ha sido glorioso, la plaza ha dado la impresión de estar a punto ... de incendiarse... pero, después, ante el segundo de su lote, la verónica ha sido pinturera, la muleta ha dibujado el toreo en su pureza y la espada ha caído en todo lo alto. Inmediatamente, los mismos que le llamaban «cuentista», «ladrón», «sinvergüenza» y pedían que se lo llevara escoltado la Guardia Civil son los que ahora sacan los pañuelos como sábanas para pedirle las dos orejas y el rabo al grito de «¡¡¡Torero, Torero!!!». Ese es el sino del toreo y, me parece, que también de la política. José Blanco, ministro de Fomento, ha pasado de ser el torero del petardo al torero de lo sublime, ejemplo exacto del político denostado, odiado, caricaturizado, que se transforma en hombre de Estado, negociador y sensato, que deja de lado las querencias partidistas para resolver asuntos de interés general. Como en el toreo, lo más probable es que ni ahora sea para tanto ni antes fuera para tan poco, pero lo que vale al cabo es la apreciación popular de la realidad, que es la que decide, en alguna medida, el reparto de las orejas. Blanco es hoy el hombre de moda, el político de referencia, el centro de las miradas. Blanco va a acabar siendo el hombre bueno del zapaterismo. Así que pasen cuatro días se va a empezar a hablar de él como la muleta indispensable para que el presidente del gobierno pueda llegar en condiciones a cualquier puerto.

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