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Mañana, ¿será otro día?

CABE suponer que, por las buenas o por las malas, la presente legislatura será la última con un Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Por las buenas, el presidente sobrevenido entre los efectos demoledores del 11-M no volverá a presentarse a unas legislativas. La crisis que no supo ver venir le ha desahuciado y, según titulaba ayer Diario de Cádiz, como conclusión de una cábala demoscópica, «siete de cada diez andaluces creen que Zapatero no nos sacará de la crisis». Por las malas, el líder socialista volverá a presentarse y, salvo que la razón colectiva se dé a la fuga, el instinto de la supervivencia democrática evitará su triunfo. Es decir, que para prospectar lo que nos aguarda hay que partir de la confrontación entre Mariano Rajoy y el que llegue a ser nuevo secretario general del PSOE, un nombre hoy por hoy impredecible y al que, si la partitocracia operara en razón del mérito, podría optar José Blanco, el ministro con menos estudios y más capacidad y sabiduría de todo el Gabinete.

Tratar de imaginar el futuro es una dedicación inocente, quizá benéfica, que se justifica cuando el pasado nos empuja lleno de rencores y el presente es, por inacción gubernamental, resignación opositora y desorientación autonómica, tiempo muerto. De ahí surge la desesperación ciudadana. Mañana, ¿será otro día? No, desde luego, si no se sientan las bases suficientes -constitucionales, económicas, electorales, sindicales...- para que lo sea. Aun valorando el mérito y la diferencia de los grandes artesanos, con los mismo mimbres e idénticas limitaciones, el cesto tenderá a ser idéntico.

Al pairo, como ha situado su escuadra Rajoy, no se cruza el océano y, dado el limitado aprecio que el electorado viene demostrándole al PP, especialmente en algunas circunscripciones, los de la gaviota tendrán que extremar su actividad para hacer propuestas de redención económica de más calado y solvencia que las que anuncia su líder y, en lo que cabe, desmenuzar las que apunta el pluriempleado Cristóbal Montoro, más atento -como tantas otras cabezas populares- a los asuntos propios que a los colectivos y de interés general. Los andaluces, insisto, creen que Zapatero no puede con la crisis y, siendo Andalucía el mayor vivero socialista, eso es significativo; pero, ¿crece la confianza en Rajoy entre los desengañados del zapaterismo? Ahí, y en Javier Arenas, está el detalle.

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