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La desbandada

Hay un enorme cansancio, un monumental aburrimiento de la actual situación, del comprobar que los problemas que nos hemos creado no sólo continúan sino que se agravan

Esta desbandada, hacia la costa, la montaña, el pueblo, otra ciudad, otro país o cualquier sitio, de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, en coche, autobús, tren, bicicleta, a pie, que ha inundado España de norte a sur y de este a oeste en el ... primer fin de semana desconfinado, ¿a qué se debe? La explicación más fácil es atribuirlo al ansia de huir, de escapar, de buscar nuevos paisajes, gentes, colores y olores, distintos a los que nos hemos visto obligados a ver, oír, oler y aguantar durante meses, que por ser invernales parecían años. Pero tras ello hay un enorme cansancio, un monumental aburrimiento de la actual situación, del comprobar que los problemas que nos hemos creado no sólo continúan sino que se agravan, de que la mentira se ha convertido en lugar común y de que el futuro, que no hacia tanto se nos prometía esplendoroso, se hace cada vez más lúgubre.

No es que falten políticos y partidos que sigan ofreciendo soluciones simples a los problemas más complejos, subir los impuestos a los ricos, la recuperación en cuanto empiecen a llegar los fondos europeos, el fin de la pandemia cuando todos estemos vacunados y cosas parecidas. Pero todos sabemos en nuestro fuero íntimo que eso no es verdad, que los nuevos impuestos van a pagarlos los de siempre: los que trabajan, que están en todas las clases sociales, que los fondos europeos van a tardar más de lo previsto, si llegan y se distribuyen bien, lo que es bastante dudoso, y que el Covid-19 va a quedarse entre nosotros por bastante tiempo. Eso, por citar solo lo más gordo que tenemos encima, pues hay mil cosas por arreglar, de las que ni siquiera se habla.

Esta es la razón por la que, en la primera oportunidad que hemos tenido, nos hemos largado lo más lejos posible para ver, siquiera por un par de días, o de horas, otras personas, otros paisajes, incluso otros problemas que los que vienen agobiándonos. El ser humano es transeúnte por naturaleza, en busca de mejores condiciones de vida, y sólo cuando encontró un lugar donde podía vivir cómodo y seguro se hizo sedentario, sin perder por ello el impulso de escapada. En los malos tiempos, más que nunca. Y no sólo por afán de mejorar.

«¿Por qué se atrevió con ese 8.000 metros tan peligroso?», preguntaron a un alpinista. «Porque estaba ahí», fue su respuesta. Carl Sagan llegó a decir que el principal cometido del hombre, y la mujer naturalmente, es «llevar la vida a planetas inertes». Tal como se han puesto las cosas, me contentaría con que conserváramos la vida en éste. Pero ésa es otra historia. ¿O es la de siempre?

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