La nueva España

Desde que nos liberamos de Felipe II, que no nos dejaba salir a estudiar porque contraíamos la herejía, «la Coviz» de la época, los españoles somos muy de traernos el profesor de inglés a casa, con éxitos como el Gibson de la matraca lorquiana, la Doña Croqueta de Simón Cabido, el Robinson del Plus, y ahora, este Barenboim inglés que ya da nombre a la Ley del Santo Niño del Remedio para socorrer a las famosas menores prostituidas en Baleares y que, una vez español, acabará llevando el bar del «Cervantes» en Londres, porque es donde acaban, en un bar de la City, los jóvenes emprendedores, sin partido, de la nueva España.

-Este hombre no ha sido leal con su rey (es decir, no es un «gentleman») -fue la respuesta del gobierno inglés a Marx, que había pedido la nacionalidad británica.

En la vieja España el pianista de club era visto como confidente policial, pues alrededor del piano celebraban los golpes los cazurros del hampa. Hoy, gracias a Sánchez, un pianista es el demiurgo de la nueva España.

No desespere Casado, que ahí tiene al que le propuso Hughes hace años: Fiske-Harrison, ¡un Rhodes de derechas!, tan inglés, tan alumno de la Arnold House de Londres, tan discípulo del profesor de boxeo acusado de abusar de Rhodes, y a diferencia de Rhodes… ¡taurino!

-Es un hombre muy guapo, como si Rob Lowe tuviera los modales de Hugh Grant y cogiera el estoque como Cayetano Rivera. ¡Esto sí es un hispanista!