Francia ante un epílogo
Macron tendrá cinco años para reconfigurar un Estado cuyos partidos se fueron a pique
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Iniciar sesiónEntre el aburrimiento y la resignación, la primera vuelta de las presidenciales francesas se ha ajustado con exactitud a lo que los sondeos preveían. Ante todo: con un índice de abstención muy alto (el 26 por ciento), la izquierda y la derecha clásicas desaparecen. Pasan ... a la segunda vuelta el presidente Macron (27 por ciento) y la populista Le Pen (23 por ciento). Se consolidan dos candidatos marginales: el histriónico Mélanchon (22,2 por ciento), sin más estrategia que sus rechazos, y el inquietante Zemmour (7,2 por ciento), que, a desgana, donará a Le Pen sus votos. Hidalgo consuma la quiebra socialista: logra un 1,7 por ciento y el puesto décimo entre doce candidatos: pide el voto para Macron. Pécresse lleva a la derecha al 4,8 por ciento y tarda diez minutos en transferir al presidente sus votos. Con un 4,7 por ciento, el ‘verde’ Jadot se apresura a hacer lo mismo: en Francia se llama a eso blindar el Frente Republicano contra la amenaza populista.
Es la válvula de seguridad con la que De Gaulle dota, en 1958, a la Quinta República. En la primera vuelta, se selecciona a dos. En la segunda, el voto se agrupa para elegir a uno de ellos. El intervalo entre ambas urnas es el de la negociación, sí. Pero es, aún más, el del último debate entre quienes saben que sólo les queda ya el todo o nada. Hace cinco años, ese gran debate fulminó a una Marine Le Pen cuyo ridículo en la discusión económica fue estrepitoso. El entonces jovencísimo Emmanuel Macron se exhibió como el único capacitado para afrontar el difícil envite de las finanzas europeas. Y arrasó.
¿Qué margen queda, esta vez, para un vuelco populista en la segunda vuelta? Ninguno. La jefa histórica de la extrema derecha no ha progresado gran cosa en sus conceptos. Y ha visto abrirse una fractura en su espacio político, acaudillada por su sobrina Marion y el letal Zemmour. Macron ha perdido el destello que da la virginidad, es cierto. Pero la distancia que separa su discurso de la jerga a trompicones de una demagoga tan no demasiado alfabetizada como Le Pen es abismal. La reelección del presidente está garantizada por la suma de sus propios votos, más los de Pécresse, Hidalgo y Jadot. El vociferante Mélenchon pide a los suyos que no se pasen a Le Pen. Ya es algo. Pero su rechazo visceral del ‘pequeño banquero’ lo deja en una posición muy desairada; y una fracción de los votantes de su Francia Insumisa acabará por dejarse llevar a las urnas de la extrema derecha por puro odio al actual presidente; su franja mayoritaria optará por abstenerse.
Izquierda y derecha se han volatilizado: con ellas, los dos pilares de la Quinta República. Macron mantendrá la Presidencia: por última vez, pues la ley electoral fija un máximo de dos mandatos a ese monarca electivo que es el presidente. Tendrá cinco años para reconfigurar un Estado cuyos partidos se fueron a pique. Y un ciclo constitucional se cerrará entonces.
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