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Estatuas del tiempo

Para hombres como Pérez- Llorca no basta el elogio ritual de los entierros si no se respeta su legado de entendimiento

Ignacio Camacho

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La muerte de José Pedro Pérez-Llorca, que fue un político inteligente, un intelectual sereno, un patricio de la democracia y un jurista excelso, no es sólo el momento de enaltecer su figura con la justicia que merece su recuerdo. Es la hora de reclamar ... a los supervivientes de la Transición un último esfuerzo para defender los logros de una generación que se está extinguiendo. La España actual necesita la memoria de ese ejemplo, el de los que redactaron la Constitución, construyeron un sistema de libertades y derechos y refundaron el Estado a través de la cultura del consenso. Sin mitificaciones nostálgicas ni autocomplacientes endiosamientos, es menester que la sociedad contemporánea recupere los valores esenciales que ellos defendieron: los de la moderación, el mutuo respeto, la responsabilidad histórica o la eficacia virtuosa del acuerdo. Sus voces, cargadas de la autoridad moral de sus méritos, deben hacerse oír sin complejos para abrir paso a una reflexión imprescindible sobre la gran amenaza de este tiempo: la de un país trincherizo dividido en bandos herméticos por unos dirigentes narcisistas que se creen profetas de un orden nuevo. A todos esos que pusieron las bases de la convivencia y el entendimiento les toca hablar antes de que sea tarde y se conviertan en estatuas del tiempo. Porque no basta con el elogio ritual de los entierros; una comunidad se suicida cuando trata con desprecio el patrimonio colectivo de la experiencia, la razón y el conocimiento.

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