La Justicia de Bélgica ha vuelto a desplegar su manto protector a un delincuente español, en este caso al rapero José Miguel Arenas, alias ‘Valtònyc’, condenado en firme por el Tribunal Supremo a tres años y medio de cárcel por enaltecer el terrorismo y amenazar ... y calumniar a la Corona. En cuanto supo la condena, salió corriendo y ahora los jueces belgas no acceden a su extradición y le permiten hacer piña allí con el también fugado Puigdemont y otros dos compinches del 1-O. Pero no es cierto que la condena a Arenas vulnere la libertad de expresión, ni ningún derecho fundamental, como alegan en Bélgica. Este rapero fue portavoz de odio y violencia. No merece la impunidad. España ha vivido décadas de violencia terrorista y es legítimo que determinados aspectos de nuestra historia y de nuestra vida pública queden protegidos frente a la ofensa y el insulto. Hoy, en Europa, Bélgica es para los delincuentes españoles lo que la isla Tortuga en el siglo XVIII para los piratas, un sitio seguro.
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