La cocina
No resulta complicado conseguir que las encuestas terminen diciendo lo que uno quiere que digan, o por lo menos algo aproximado. Lo aceptan incluso los expertos menos serviles. La «cocina» -es decir, el tránsito desde la intención directa de voto, un dato irrelevante a tres ... años de las elecciones, hasta una estimación de voto probable- es una manga demasiado ancha en la que caben todo tipo de simpatías, fobias y encarguitos. Conozco la experiencia de primera mano: una misma intención de voto puede dar una estimación de hasta tres o cuatro puntos de diferencia, arriba o abajo, dependiendo de las apetencias personales o corporativas de quien sufraga el estudio.
Desde que Fernando Vallespín fue sustituido al frente del CIS los estudios de la agencia estatal de encuestas desprenden el tufillo característico de los platos cocinados de encargo. Del sondeo difundido el lunes, un dato llama especialmente la atención, como señalaba la información publicada ayer por ABC. Si la estimación de voto a favor del PP es de 1,2 puntos cuando el sesgo de la muestra es tan marcadamente favorable al PSOE (sólo el 27,5% de los encuestados recordaba haber votado al PP en las últimas elecciones cuando en realidad éste obtuvo once punto más) cabe especular hasta donde podría ascender esa diferencia en el caso de que la elaboración final hubiera correspondido a otros cocineros. Para ello tendríamos que conocer la intención directa de voto, dato a partir del cual cada uno introduce los elementos correctores pertinentes. La dirección del PP sí lo tiene y habrá hecho sus cálculos. Pero aún en el caso de que esa diferencia fuera de tres o cuatro puntos a su favor no debería darse por satisfecha. Caen chuzos de punta sobre la acción del gobierno pero la oposición no acaba de despegar. La cocina no basta. La dimisión de Bárcenas va en la buena dirección.
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