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Un ciego con una pistola

SE llama descomposición. El Gobierno ha entrado en una fase literalmente desintegrada en la que hasta el caos podría representar una cierta forma de orden. En realidad, ya no hay Gobierno en el sentido estricto de un grupo capaz de tomar decisiones colegiadas; sólo un ... puñado de ministros nominales flotando a tientas en un albur de nada e incapaces del más mínimo movimiento coordinado. El presidente da tumbos en todas direcciones sembrando la confusión y el pavor como un ciego con una pistola; cada medida que anuncia es un disparo al azar que deja víctimas colaterales hasta en sus propias filas. El desconcierto es absoluto y la sensación de desbarajuste se parece mucho a un vacío de poder. Las rectificaciones y pasos en falso se suceden en cuestión de horas, en una secuencia inverosímil de errores encadenados que tienen la fabulosa propiedad de superarse a sí mismos en tiempo récord. Nunca, ni en los tiempos más convulsos del suarismo, se había visto en España un espectáculo así, un descalzaperros semejante de aturdimiento y zozobra. La oposición podría irse de vacaciones; nada desgasta ni ridiculiza más al Gobierno que su propia y reiterada demostración de incompetencia.

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