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Bibliotecas

No es ninguna blasfemia considerar el libro un objeto decorativo

David Gistau

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Una vez estuve en un cumpleaños al que un invitado acudió con un libro de regalo. El agasajado, que además acababa de mudarse y tenía inquietudes relacionadas con la decoración, mostró un vivo entusiasmo cuando tuvo el libro entre las manos y aseguró que precisamente ... eso era lo que necesitaba. Tanto parecía gustarle que miré por encima de su hombro para tratar de averiguar qué título era ése que contenía semejantes promesas de placer lector. Era un «best-seller» de laboratorio, ordinario y sentimental, de los que circulaban esos días, por lo que tampoco me pareció que fuera para tanto. Hasta que comprendí de dónde venía la alegría: «Es el color perfecto. Me pega con los tonos pastel que quiero dar al salón». Arrea.

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