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Acotaciones de un oyente

En honor a la verdad

Si la Verdad periodística depende de que la defiendan políticos como éstos, y no la honradez y las agallas contra el poder de los periodistas y de sus editores, dése la Verdad por muerta

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, este miércoles en el Congreso de los Diputados EFE
David Gistau

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Al ser un gran aficionado a los neologismos y a su estudio en cautividad, ayer me resultó entretenido contemplar la elección que, a cuento de la desclasificación de secretos de Estado, hizo Aitor Esteban (PNV) para definir el hecho de «cambiar las cosas ... para que todo siga igual». Lo más socorrido habría sido usar el adjetivo «lampedusiano». Pero resulta que de éste se apropió Pablo Iglesias cuando comenzó a decir que la Transición, pese a la intervención en ella del PCE, fue en realidad una hazaña del franquismo para que todo siguiera igual aparentando transformaciones. Aitor Esteban tuvo por tanto que recurrir a otro que significa exactamente lo mismo: «gatopardiano». Es decir, basado en el título del libro y no en Lampedusa, su autor. Sé que no abro la crónica con lo más importante de cuanto sucedió ayer, pero ya digo que con estas cosas me lo paso igual de bien que otros pintando soldaditos de plomo.

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