Suscribete a
ABC Premium

David Gistau - Nadar entre tiburones blancos

Hombres blandengues

Casi cuarenta años después, (¡40!) siguen escocidos como si aquello fuera el único mito (inverso) que ha dado su fútbol

Desde la llegada de Julen Lopetegui, he comprobado con inmensa alegría que esta Selección establece una lógica de continuidad, en el estilo y en el empaque de campeón, con la que ganó un Mundial. La expedición a Rusia -Brasil fue la eutanasia de un ciclo- ... podría confirmar que la obtención de una estrella modifica para siempre la percepción que un equipo tiene de sí mismo. España no volverá a sentirse abocada a atorarse en cuartos por mandato del destino ni carente de un lenguaje propio con el que discutir con las aristocracias clásicas. Ése sería el legado de la generación anterior, la que lo ganó todo, la que dejó impresa la huella en la Luna. Lo cual es un alivio porque nada nos habría disgustado más que sufrir un despertar a lo Monterroso y, caducado el hechizo, comprobar que sigue ahí la tropa racial del fatalismo y de Naranjito. La de la identidad que nos amargó durante décadas la devoción española a los hinchas de más de treinta años. Sigo comprobando que, entre éstos, todavía hay muchos enfurruñados por un motivo u otro que eligen perderse el gozo y la gloria después de haber soportado los desastres. Allá ellos.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia