El batallón de los perplejos

El teniente Arquímedes en el pueblo de Carmen Calvo

Con la «memoria democrática» de la vicepresidenta, los autores del bombardeo de Cabra podrán ser honrados; sus 109 víctimas inocentes, no

Faltaban un par de minutos para las siete y media de la mañana del 7 de noviembre de 1938 cuando tres aviones Túpolev SB-2, conocidos como «Katiuskas» por su procedencia soviética, arrojaban de parte de l Ejército republicano dos toneladas de bombas ... sobre Cabra, el pueblo cordobés en el que andando el tiempo nacería Carmen Calvo, presunta experta estos días en «memoria democrática» y en buenos y malos. Más de cien muertos y el doble de heridos ocasionó el rápido raid dirigido por el teniente Francisco Cabré Rofes, un día después de que su compañero Arquímedes Gómez Palazón, piloto de Albacete adiestrado en Rusia también por el régimen de Stalin, hiciese en la víspera un reconocimiento fotográfico del objetivo. La mayor parte de ese chaparrón de muerte cayó sobre la plaza de abastos, atestada de jornaleros de toda la comarca que acudían al trajín mañanero con los asentadores de la plaza. Era día de mercado ese lunes. Los de Cabré también hicieron puntería en los barrios del Cerro y la Villa, muy nutridos en una localidad habitada aquel año por unas 17.000 personas. El único golpe de fortuna de aquel espantoso día fue que las Escuelas Pías aún no había abierto, pues lo hacían a las ocho de la mañana con ese bullicio de vida que es la puerta de un colegio, así que por media hora los alumnos se libraron de ver desde dentro la total destrucción del parvulario. Cinco minutos de estruendo bastaron. Tres pasadas y un ametrallamiento final de los edificios. Hombre, mujeres, niños, hasta un bebé de nueve meses... noventa y dos víctimas civiles al instante y otro par de docenas de vidas que se fueron yendo en las siguientes semanas. Un montón de excusas se esgrimieron en el estado mayor de Manuel Azaña -que tres meses antes había pronunciado en el Ayuntamiento de Barcelona su famosa proclama de «Paz, piedad y perdón»- para ustificar un ataque tan injustificable, indiscriminado y brutal como el de Guernica en 1937. Pero a Cabra nadie le pintó un cuadro que reflejase el horror de la guerra y la matanza no tuvo eco internacional ni durante ni después de una guerra que, para cuando la escuadrilla arrojó las bombas, ya estaba perdida para los republicanos pues las tropas de Franco habían comenzado a romper el frente del Ebro.

Casi todos aquellos muertos de Cabra fueron a parar a una fosa común en el cementerio local, que seguramente no entrará en la lista de enterramientos que elaborará la «memoria democrática» de Carmen Calvo , pues no se trata de víctimas de la represión franquista. Nada, como si no hubieran muerto aquel 7 de noviembre. Quien sí tendrá su reconocimiento será Arquímedes Gómez, segundo jefe de la tercera escuadrilla del Grupo 24, unidad que tiró las bombas en el pueblo de Carmen Calvo. Un año después de terminada la guerra el teniente Gómez fue fusilado, tras un sumarísimo consejo de guerra, y su cuerpo enterrado en una fosa común de Paterna, Valencia. Tendrá por tanto sus honores Arquímedes, como aquellos 335 chequistas a los que el Ayuntamiento de Carmena quiso homenajear en La Almudena después de participar activamente en la represión y matanzas del bando republicano en Madrid, en esos años del «terror rojo» en los que en nombre de la II República se fusilaba a civiles por tener un crucifijo en casa o por leer el ABC.

(*) [En una anterior versión de este artículo se afirmaba que el teniente Arquímedes Gómez era quien comandaba el ataque a Cabra, cuando en realidad su participación en la misión fue fotografiar el objetivo un día antes]

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