Chiquis del PSOE, arrejuntarse era esto
Los reproches de los ministros socialistas a Pablo Iglesias deberían dirigirse al jefe de la banda, porque el líder de Podemos no engaña a nadie. Él es lo que se ve. Pedro Sánchez, pues depende de sus intereses
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Iniciar sesiónSusurran su hartazgo, desazón y hasta encabronamiento las carteras ministeriales socialistas con su vicepresidente cumbayá y a mí me sale, ay, solidarizarme con Iglesias. No se alarmen, nada de epifanía.
Iglesias es un twitter con estudiado desaliño y coleta, vocinglero y cansino pero, oye, Pablo ... I de Galapagar no engaña a nadie. Este PSOE, el de Sánchez, sí. Siempre. Hemos contado ene veces todos ya que la rama sanchista del Gobierno se queja de su falta de lealtad, de sus desplantes y lo mucho que daña la imagen internacional de esta España mía esta España suya y a mí me sale decirles a los de la rosa marchita, brazos en jarras, «chiquis, arrejuntarse era esto». A qué quejarse ahora del pacto fáustico de vuestro patrón. No cuela, no vale, menuda jeta. Pablo es lo que se ve, Pedro, pues depende. Ahora foto kennedyana con Begoña y rojigualda de atrezo, luego insomne, mañana socios indepes y jergón, hoy indulto encubierto, ayer no es no aunque sepamos que sí.
El doctor Fraude es un trile y las intermitentes caídas del caballo de esos Saulos de saldo los retratan más como cínicos que como torpes. Los reproches a Iglesias deberían dirigirse al jefe de la banda, que se tatuó en su camaleónica conciencia la prusiana sentencia «nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería».
Porque uno en política es lo que dice pero en la vida mucho más lo que hace. Iglesias tiene palabra, malsonante, absurda, vociferante, bélica, injusta, hiperbólica y no pocas veces pueril, pero ahí está haciendo posible lo que debería ser una fabulación si no fuera porque él y su pareja de hecho, Pedro, no Irene, son uno. El socialista es más fiel a Podemos que a los presuntamente suyos. Ambos están cómodos interpretando un papel que sólo la hipocresía de los ministros socialistas ve cómo un remedo de los éxitos de Pimpinela.
Lamentablemente no se atreven a irse, olvidar su nombre y mucho menos su cara, así que este súbito aggiornamento de los socialistas sobrevenidos en sanchistas me parece una valentía impostada, una cobardía mensurable. Todo en ellos es pellizco de monja, un sordo pataleo. También eso se lo deben a su jefe. Su pecado, eso sí, es mucho más grave que el del presidente, porque salvo deshonrosas excepciones, todos ellos son gente con currículum y hasta prestigio como para que su hacienda no dependa del interés personal del inquilino de La Moncloa. Valdría más que se callaran, dejaran de gimotear y en un arrebato de dignidad, devolvieran la cartera para recuperar la honra. Al menos así yo no tendría que teclear que hay más verdad en Galapagar de la que habrá nunca en La Moncloa.
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