Iglesias se adueña del Gobierno

Marruecos no ha tardado en pedir explicaciones a la titular de Exteriores, Arancha González Laya, que lleva quince días intentando sin éxito apagar el fuego del «escándalo Ábalos» y ahora trata de sofocar el incidente diplomático provocado por Nacho Álvarez, número dos de Iglesias, al recibir a una dirigente de la llamada República Árabe Saharaui Democrática, que se encontraba de visita en España. Si España no tiene reconocida a esa «república», ¿por qué motivo se reúne el delegado de un vicepresidente del Gobierno con ella? Álvarez pudo haberla citado en una sede de Podemos o donde quisiera, excepto en la sede de la vicepresidencia a la que representa. Resulta inaudita la torpeza con la que se ofende gratuitamente a Rabat, y por eso su titular de Exteriores ha forzado a González Laya a desautorizar esa visita y a reiterar que la posición de España sobre el Sahara sigue siendo inamovible.

Quizás el problema es que Pablo Iglesias y el resto de la parte comunista del Gobierno, empezando por la ministra de Igualdad, no sepan que están ocupando un cargo institucional del Ejecutivo y no uno de esos círculos asamblearios de Podemos. Y que desde esa magistratura no se puede ir por libre en la política exterior de España, ni arremeter contra la Policía y la Guardia Civil, a las que Montero ha venido a acusar de falta de compromiso en la violencia contra las mujeres. Este Gobierno es un incendio constante en busca de apagafuegos, y lo único que encuentra son ministros podemitas actuando de modo expansivo e irresponsable, obstaculizando la labor de otros departamentos asignados a ministros del PSOE. Hay dos gobiernos en uno, y el de Podemos pretende invadir al de un Sánchez que no se está dando cuenta de nada. Tan es así que resulta irresponsable dar a Iglesias acceso libre a la información del Centro Nacional de Inteligencia porque cuando los servicios secretos de un país se ponen en manos del comunismo la historia ofrece ejemplos sobrados, y dramáticos, de lo que suele ocurrir. En este Gobierno que nunca iba a dejar dormir a Pedro Sánchez, parece mandar más Iglesias que el propio presidente. La ausencia de límites éticos en el ejercicio del poder de Sánchez está poniendo ya en peligro equilibrios institucionales, políticos, económicos y diplomáticos.