Puigdemont, el activista recalcitrante al que nadie escuchaba en Bruselas
Socialistas de otros países se extrañan de la reunión de la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz con el prófugo en el Parlamento Europeo
El expresidente catalán no se interesa por los temas legislativos importantes para la Unión Europea
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Iniciar sesiónLo más revelador de la vida de Carles Puigdemont en el Parlamento Europeo es que en realidad carece de amigos. Él y su antiguo consejero Toni Comín sobreviven en el grupo de los No Inscritos porque ninguna formación política los ha querido aceptar en ... sus filas. Algo natural si se tiene en cuenta que su labor parlamentaria se reduce a exponer el mundo de sus intereses políticos en Cataluña, una y otra vez, independientemente de cual sea el tema de debate.
Al comienzo de la legislatura, con el sonido de la propaganda por el 1-O aún reciente, cuando todavía había diputados británicos, el célebre activista pro brexit Nigel Farrage, al que se acercó Puigdemont, llegó a proclamar que al huido de la justicia le estaban atacando «precisamente por ser euroescéptico», lo que demuestra hasta qué punto se llegó a extender la confusión sobre la verdadera personalidad del huido de la justicia.
Cuatro años después, en la Eurocámara todo el mundo conoce a Puigdemont, a quien se tiene por un excéntrico, extravagante y a quien los temas europeos no le interesan en absoluto y sin embargo lo que ahora resulta incomprensible en los pasillos de la Eurocámara es la situación política en España. «Los colegas de otros países nos preguntan si lo que está pasando es verdad o si es un a broma» afirma la eurodiputada de Ciudadanos Eva Poptcheva, de vuelta de una reunión del grupo liberal en Austria a principios de semana. «Nuestros colegas no entendían nada», explica.
Perplejidad en el Parlamento Europeo y gritos de «¡Puigdemont a prisión!» en el hotel del prófugo
Enrique SerbetoEl líder de Junts intentó emular la Eurocámara con una trasera con los simbolos de la Unión Europea para su comparecencia en Bruselas, pero el acto se celebró en el hall del alojamiento con clientes españoles chillando «¡Viva España!»
Sobre todo después del esfuerzo que los representantes de los grandes partidos españoles, socialistas incluidos, hicieron en la votación en la que se acordó la retirada de su inmunidad parlamentaria en 2021 para contrarrestar la ofensiva propagandista de los secesionistas. Iratxe García, la jefa de la delegación socialista española y portavoz del grupo parlamentario socialdemócrata aseguró entonces que la retirada de la inmunidad al expresidente catalán había sido una «victoria de la democracia y de la justicia» que «permitirá que los tribunales hagan su trabajo».
Ahora, socialistas no españoles, que han pedido no ser mencionados por su nombre ni nacionalidad, reconocen en privado que es difícil de entender para ellos que el Gobierno de Pedro Sánchez se rebaje ahora a negociar con alguien huido de la justicia y pendiente de una orden europea de detención y que una vicepresidenta del Gobierno haya venido a la sede de la Eurocámara para reunirse públicamente con él.
En realidad, en el origen de este laberinto de recursos y resoluciones se encuentra una precipitada decisión del entonces presidente del Parlamento, el socialista italiano David Sassoli, que en diciembre de 2019 interpretó a su manera una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia -emitida a petición de Oriol Junqueras- en la que se afirmó que la proclamación de los resultados de las elecciones europeas bastaban para atribuir la condición de electos a los candidatos.
Sassoli, que fallecería dos años después en los últimos días de su mandato, siempre dijo que los servicios jurídicos le informaron favorablemente, pero ese informe no ha sido visto jamás y en el debate sobre la inmunidad los mismos expertos dijeron que tal vez la decisión de otorgar la condición de diputado de Puigdemont «fue tomada de forma precipitada». Ahora, a menos de un año del fin de la legislatura, la actual presidenta, la popular maltesa Roberta Metsola, parece apostar por dejar que el tema se agote por si mismo, para no tener que tomar ninguna decisión.
Y mientras tanto, Puigdemont y Comín comparten escenario con el extraño grupo de los No Inscritos con los del húngaro Viktor Orban, expulsado del PPE. o los apestados del 'Qatargate'. Ni siquiera se ha llegado a alinear con los independentistas flamencos, que fueron su principal apoyo cuando llegó a Bruselas y que ahora comparten grupo político con Vox. Nadie está interesado en pedirles su voto para nada, sencillamente porque en realidad él tampoco se interesa por ninguno de los temas legislativos importantes para la UE.
El registro oficial de sus reuniones como miembro del Parlamento gira solamente en torno al procés: desde un encuentro con Jacques Goyens, autor del libro 'Una Europa de las Regiones', hasta recibir al alcalde de Lérida o a una delegación de los responsables de los municipios catalanes fronterizos con Francia pasando por acoger a la llamada 'Plataforma antirrepresiva de Ponent'.
La eurodiputada Maite Pagaza recuerda haberle visto peregrinar sistemáticamente de comisión en comisión tratando de obtener un tiempo de palabra para meter con calzador su tema tuviera o no relación con el trabajo de los demás diputados. El momento cumbre de esta política de filibusterismo y su mayor éxito (al menos parcial) fue aprovechar los casos reales del mal uso de software espía en varios países para convertirlo en un 'catalangate' con la complicidad activa de una organización canadiense llamada 'CitizenLab', a la que financió el independentismo, tal como reveló el eurodiputado Jordi Cañas.
A estas alturas, los servicios del Parlamento también saben que Puigdemont acostumbra a hacer trampas y ya se han acostumbrado a tratar con sus interpretaciones de la realidad. El caso de la última exposición en la sede de Bruselas para la que pidió permiso y que tituló de forma grandilocuente como 'Contribución de Cataluña al Progreso social y político de Europa a lo largo de la historia'. Ante la denuncia de Ciudadanos por la instalación de una imagen exaltando el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, los responsables de este área no tardaron ni un minuto en detectar que se trataba de una fotografía que se les había ocultado en la solicitud y en consecuencia ordenaron su retirada inmediata. Eso no impidió que, poco después, la exposición fuera formalmente inaugurada por el propio Puigdemont, aunque solo asistieron un puñado de irreductibles seguidores suyos.
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