«Me preocupan el paro, la falta de perspectiva para los jóvenes y los constantes escándalos de corrupción»

—¿Qué le ha encargado el arzobispo?

—Animar el sínodo diocesano, atender a los sacerdotes y la visita pastoral.

—¿Tiene ya una primera impresión de cuál es la situación de la archidiócesis?

—Es una Iglesia muy rica en potencialidad y en realidades eclesiales, una diócesis con vida. He visto sobre todo parroquias grandes de la costa con bastantes niños y jóvenes. También es verdad que hay mucha gente mayor, algo que no por ser común nos debe tranquilizar. Se percibe también el tema de la familia, con muchas desestructuradas y muchos jóvenes a los que les gustaría trabajar y no pueden, que ven que su dignidad está menoscabada por una cultura del descarte. También existe el problema vocacional y la edad avanzada de los sacerdotes. Pero los estamos viendo con esperanza porque hay un núcleo grande de personas con mucho impulso.

—¿Cómo ha cambiado su vida desde el 8 de febrero en que fue ordenado?

—Mucho, en relaciones, en la función del ministerio que realizo... Una de las notas que advierto es que apenas hay tiempo para uno mismo. Voy adaptándome, aunque en ningún momento me he sentido solo, sino que estoy siendo muy bien acompañado por el arzobispo y el resto.

—¿Qué tal su relación con él?

—Es fácil porque desde el primer momento he visto en él un padre, un hermano acogedor que trata de acompañarme, de no agobiarme en mis tareas y de facilitarme las necesidades.

—En este tiempo habrá recibido muchos consejos, ¿alguno especial?

—Me llamó la atención uno que han repetido varias personas: que sea yo mismo, lo cual no sé lo que quiere decir. Supongo que significa que no tengo que hacer cosas raras, sino ser natural.

—¿Dónde está viviendo?

—En el seminario de San Martín Pinario. Tengo un contacto frecuente con los seminaristas. Son chicos muy alegres. Se desviven para que esté a gusto.

—¿Cuántos son en estos momentos?

—Veintisiete. Veintiuno de la diócesis de Santiago más seis de Astorga.

—¿Cómo es un día normal para usted?

—Me levanto bastante temprano, tengo un rato de oración, algún día celebro la eucaristía y el día que no, en alguna ocasión, hago ejercicio físico unos minutos. Me preparo, desayuno y me pongo a trabajar. Sobre las nueve de la mañana ya estoy o bien en el despacho del arzobispado o en el de casa. Comienzo el trabajo con la lectura del periódico, de documentos, repasando la agenda de lo que tengo que hacer, preparando algún retiro que tengo que dar. A las diez, ya en el despacho del obispado, recibo visitas. Después de comer y de tratar de descansar un poco, otra vez a trabajar. La mayoría de las tardes he salido a hacer visitas. Luego la cena y a descansar.

—¿Le preocupa especialmente alguna cuestión de la actualidad?

—El paro, la falta de perspectiva para los jóvenes y el nivel moral de nuestra sociedad porque aparecen constantemente noticias de escándalos de corrupción política que desmoralizan a la gente.

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