Las pruebas a músicos callejeros llegan a Santiago
Tras los pasos del Ayuntamiento de Madrid, el de Santiago solicitará a los artistas sus conocimientos musicales Para «proteger» el casco viejo de la ciudad, tres técnicos municipales concederán 25 licencias a los músicos
Las pruebas a músicos callejeros llegan a Santiago
Entre las piedras del Arco del Palacio, uno de los laterales de la Catedral de Santiago, los músicos que tocan en las calles de la ciudad almacenan papeles enroscados en los que se adjudican las horas para celebrar su «función» en este rincón, un lugar ... de excepción por la excelente acústica que recoge. Lo definen como la «zona vip» de la ciudad, y ésta es su particular forma de organizarse. Encabezados con la fecha y divididos por franjas horarias de un máximo de 90 minutos, en ese pequeño pergamino se encadenan los nombres de los músicos callejeros.
Domina inglés y ruso: Se gana la vida tocando la guitarra
Jaroslav Ira lleva dos semanas en Santiago, pero conoce la ciudad desde mucho antes. Procedente de un pueblo cercano a Belfast (Irlanda), llegó a España hace siete años y recorrió casi todas las comunidades, permaneciendo largos periodos en el sur, aunque finalmente decidió quedarse en la capital gallega. Se ofrece a mantener una conversación en inglés —e incluso en ruso— inseguro con su castellano, idioma que perfectamente podría incluir en su curriculum. Un curriculum que el pasado viernes debió presentar en el Ayuntamiento para obtener un permiso con el que poder continuar tocando en las calles de la zona vieja compostelana.
Se trata de una memoria en la que debe exponer toda la información y documentación que posee sobre la actividad musical que realiza, así como un mínimo de conocimientos musicales, acreditados con títulos académicos y experiencia profesional contrastada. Yarda —como figura en ese pequeño papel enroscado— toca la guitarra desde los cinco años, además del piano y el violonchelo y ha hecho música electrónica.
Reconoce haber buscado otros empleos. «Cuando tengo trabajo, trabajo. Pero esta época es muy mala para encontrar empleo». Su profesión es de jardinero. El mes pasado encontró un puesto temporal, pero una vez finalizado, tuvo que volver a las calles, con su guitarra eléctrica del brazo. «Ahora no tengo nada y necesito buscarme la vida. Esto no es trabajo, pero es mejor que nada», prosigue.
Admite que no es la mejor alternativa, pero sí una buena opción para «sobrevivir». En esta época recauda una media de 10 euros al día, en verano, asegura, podría sumar hasta 200.
34 años tocando en la calle: «Todos tenemos derecho a ganarnos la vida»
Se calienta las manos frotando una contra otra y comienza de nuevo su «recital» en el Vilar. Antonio Recuero, de Madrid pero afincado en Santiago desde hace 18 años, lleva más de media vida tocando la guitarra en las calles. «Fíjate que a pesar de haber nacido allí, nunca he tocado en Madrid, y ahora les han hecho un casting a los músicos callejeros...», reflexiona.
Años atrás ofrecía conciertos en locales de la zona, pero confiesa que ahora «no los pagan como antes». A sus casi 59 años, tocar en la calle es su modo de vida. Asegura que se puede vivir de ello, como lleva haciendo durante 34 años. Como un escaparate, sobre la funda de su guitarra reposan dos de los discos que ha grabado. «Todo el mundo tiene derecho a tocar, a ganarse la vida como buenamente puede, sin molestar». Y sin más, recupera su pasión, sus acordes... Otro clásico más: «Podéis destrozar todo aquello que veis, porque ella de un soplo lo vuelve a crear como si nada, como si nada, la quiero a morir».
Un baterista con melódica: La batería «era mucho bulto» en la calle
Empezó tocando esporádicamente las navidades pasadas, una práctica casual que convirtió en habitual a partir de marzo. En realidad, José Novás es baterista, pero en la calle toca la flauta melódica. Sentía envidia cuando veía a los músicos tocar en la calle. Él no podía salir a cuestas con su batería, «era demasiado bulto», y su compañero de piso le enseñó a tocar este instrumento de viento. «Yo siempre quise tocar un instrumento de viento, de hecho tengo un tío que es trompetista, y mi abuela tocaba la armónica. Todo es ponerse», relata.
Le dedica unas siete horas y media al día, los 90 minutos que puede tocar en el Arco del Palacio, y otras seis horas de ensayo en su casa. Además, tiene un grupo de reggae con el que toca en locales. Esto es lo que podrá acreditar ante los técnicos del Ayuntamiento compostelano. Reconoce que le imponen las nuevas condiciones que plantea el Gobierno local, «tú qué sabes qué criterios van a seguir, y qué van a valorar»; aunque prefiere ser optimista y creer que no se presentarán más de 25 músicos, tantos como el número de licencias que concederá el Concello.
«Extras» como músico: «No quiero ser un pirata»
Recientemente ha conseguido trabajo como jardinero en Santiago. Antes, Marcos Guitián se dedicaba a tocar la guitarra acústica en las calles compostelanas de manera habitual para hacerse su «dinero». Ahora, con un empleo a media jornada, toca esporádicamente, un par de días a la semana, para ganarse unos «extras» que también necesita y «completar así su sueldo».
Al igual que José, desconfía de los criterios que seguirá la comisión técnica del Ayuntamiento para determinar quién debe tocar y quién no, y tacha esta decisión de «maniobra de discriminación». «No sé qué buscan ni qué entienden por buena música», indica Marcos. «En la calle hay increíbles músicos que nunca necesitaron pasar por una academia. No saben poner una nota en un pentagrama, pero son músicos increíbles», puntualiza.
Pese a todo, «no quiere ser un pirata» y se someterá a las nuevas condiciones que plantea el Gobierno municipal. También lo harán Jaroslav, Antonio y José. Tendrán que aportar su curriculum y contar con el aprobado de los técnicos municipales que realizarán la selección. Esta especie de jurado se encargará de corroborar que los aspirantes poseen los conocimientos acreditados.
Con el pretexto de proteger el casco histórico de la capital gallega y acallar las quejas vecinales, el Ayuntamiento de la ciudad propone una serie de normas que entrarán en vigor a partir de enero, y cuya infracción se verá sancionada con multas que oscilarán entre los 500 y los 6.000 euros, en función de su «gravedad».
En total, veinticinco licencias determinarán quién podrá tocar en la emblemática Rúa do Vilar, y en las plazas de la Inmaculada, Cervantes, Toural, Fonseca y Xoán XXIII.
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