«La música callejera es un respiro del ruido de Madrid»
Son músicos, pero su escenario es la calle. Con su instrumento a cuestas, cada rincón sirve para sentarse y empezar a tocar
bárbara sánchez
Son las seis de la tarde y Ruth ya lleva un par de horas tocando su flauta en una esquina de Preciados mientras, un poco más arriba, en la calle del Carmen, Eddie y Johnny rasgan las cuerdas de sus guitarras sentados en el suelo. ... Es una estampa habitual para madrileños y turistas . Cada tarde, la música se mezcla con la algarabía de las calles del centro como si fuera un punto más en el mapa sonoro de Madrid.
«Es un paréntesis, un respiro del ruido de la ciudad», apunta Johnny; «si quitan la música de las calles, Madrid ya no sería Madrid» . A su lado, Eddie asiente y con acento francés explica que está parado y con un niña de seis años «a la que tengo que dar de comer». No siempre ha vivido de la música y ahora, dice sonriente, «vuelve a ser mi profesión».
Se lo toman como un trabajo, «una forma más de buscarse la vida» , cuenta Johnny. Él lleva siete años tocando en la calle y su hábitat natural es el barrio de Lavapiés. Flamenco y rock andaluz salen de las cuerdas de su guitarra y está convencido de que a la gente «le mola» escuchar música en la calle . «En Tirso de Molina se acercan las señoras a decirme la alegría que le doy a la plaza», cuenta. Además, asegura que la música en la calle «te quita de ser un delincuente, es mucho más útil y cívico que robar».
La gente es solidaria, «más de lo que te esperas», dicen los dos. También lo es para Ruth, que con su perra y su flauta se pasa ocho horas cada día en la calle. Se quedó en paro hace cuatro años y medio , pero currículum no le falta. Es transportista, habla inglés, francés e italiano y ha trabajado de todo : como teleoperadora, cuidando personas mayores o en Francia, en época de vendimia. Pero a veces esos trabajos temporales no salen y a Ruth no le queda más remedio que salir a la calle con la música y su perra como fieles acompañantes. «Si no hacemos esto...», dice, elocuente.
Para sacar dinero y para ensayar
Hay tantos motivos para salir a la calle a tocar como músicos se puede uno encontrar una tarde de agosto entre la plaza de Callao y el Palacio Real. Javier lo hace «para despejarse y para practicar» y el instrumento que ha elegido llama la atención. En un rincón de la calle Arenal, acompañado por su arpa, explica que necesita ensayar entre ocho y diez horas cada día. «En mi casa no quiero molestar y un local de ensayo me cuesta diez euros la hora. No me lo puedo permitir, así que salgo a la calle» .
Allí, entre los que van y vienen de la plaza de Oriente, pierde el miedo escénico . «La gente te juzga y además puedes sacarte un dinero». Alrededor de cien euros si el día ha ido bien y si se tuerce, la mitad. Javier también toca la guitarra y la vihuela y se define como un músico «de oído». Tan sólo recibió diez clases de arpa y el resto lo aprendió solo , pero recuerda cómo una tarde se le acercó una mujer para pedirle un par de canciones y elogiar su forma de tocar. Sólo al final de la conversación le reveló que era arpista de la orquesta sinfónica italiana.
Preciados, sala de conciertos
A las nueve de la noche, Preciados se ha convertido ya en una sala de conciertos muy poco ortodoxa. Entre magos y malabaristas, los artistas se sitúan a cierta distancia unos de otros para que la música no se mezcle más de lo inevitable. Casi a la altura de Callao, Jerjes hace un descanso con su guitarra. Con camiseta de tirantes y una cinta verde a la cabeza, cuenta que es estudiante de ingeniería naval , «pero entre la subida de tasas y que no es lo mío, lo voy a colgar».
Lo va a hacer para dedicarse profesionalmente a la música, aunque ya lleva quince años en el mundillo y seis tocando en la calle. «No tengo título, pero sí formación» , asegura. Además de la guitarra también toca el violín y el piano, y se construye sus propios instrumentos para aprender. «Todo autodidacta», dice.
Quienes sí tienen títulos son Prestlav, Desislava, Petya y Stamen. Tres violines y un violonchelo venidos de Bulgaria que se hacen llamar «Street Arte» y pasan su segundo verano en Madrid. En la calle del Carmen, tocan canción tras canción de un repertorio de música clásica que congrega a su alrededor una gran cantidad de curiosos.
La música suena muy bien y eso se nota en la funda de violín llena de monedas que descansa a sus pies. «Tocamos por diversión y por dinero», explica Prestlav. Este verano están estudiando en la Escuela Superior de Música Reina Sofía , pero salen a la calle a tocar casi todos los días un par de horas. « La calle es diferente a cualquier sitio en el que hemos tocado», explican, «es más cercano, mucho menos frío». A juzgar por los curiosos que se congregan a su alrededor tras un pequeño parón, admiradores no les faltan.
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