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Juego de lealtades
El president Mas ha dado instrucciones de reconstruir los puentes con Madrid para que su gobierno sea percibido dialogante y capaz de llegar a acuerdos, pero sin dejar de tensionar con la consulta secesionista
joan carles valero
La historia nos enseña que la respuesta al extremismo no puede ser el extremismo. El Reino de España acudió a finales de 2012 al rescate de varias de sus partes, Cataluña entre ellas; y lo va a volver a hacer este año 2013 pese al ... órdago independentista lanzado por CiU y ERC y aunque las cifras de las necesidades financieras que baraja el revalidado conseller de Economía asciendan a la friolera de 18.000 millones de euros.
Ser unionista no es fácil. Supone nadar contra las corrientes a simple vista dominantes. Dentro de Cataluña, porque los prudentes son acusados de miedicas por parte de quienes, desprovistos de certezas, enarbolan sólo ilusiones sin percatarse de que a los ojos europeístas se antojan ilusos. Bastante tiene Europa con resolver la crisis del euro y el futuro de la propia Unión como para alentar que se abra la caja de Pandora de la integridad de los estados nacionales. ¿Qué gana Europa con una secesión en uno de sus Estados miembros?
Los unionistas también son vistos como salmones en el resto de España. El nuevo rescate que necesita Cataluña va a emponzoñar más a los españoles partidarios de no auxiliar a quienes desean abandonar el barco en los momentos más graves de su historia reciente. Tal vez por eso, el nuevo Govern ha tomado posesión bajo la consigna del diálogo con el Estado.
El president Mas ha dado instrucciones de reconstruir los puentes con Madrid para que su gobierno sea percibido dialogante y capaz de llegar a acuerdos, pero sin dejar de tensionar con la consulta secesionista.
El nuevo año arranca con pésimas posiciones para Cataluña. Además de necesitar un segundo rescate, la deuda de la Generalitat sigue en 44.000 millones de euros y las perspectivas de reducirla son peregrinas con un PIB en negativo y 646.000 desempleados, casi 100.000 más que cuando Artur Mas llegó a la presidencia hace dos años. Aunque el relato de Mas sea ahora dialogante y pactista, su estrategia sigue siendo claramente independentista y olvida el principal valor que preside las relaciones humanas e institucionales: la lealtad. Sin ella, ni las personas ni los pueblos llegan a ser nada y no tienen a nadie que acuda en su auxilio. En la vida, pero sobre todo en política, la lealtad resulta el único valor en el que se puede confiar. Porque todo el mundo valora más la confianza que las capacidades. Por más capacidades que tenga Cataluña, lamentablemente no granjea confianza. Con las lealtades no se juega.
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