Asesinato de Isabel Carrasco: un crimen atroz con certezas y dudas

A partir de ahí comenzó la huida, su recorrido por diferentes calles en las que se despojó de la ropa que la cubría para no ser reconocida, la llamada a su hija, Triana Martínez -que sería la encargada de deshacerse del bolso con el arma- y su llegada al vehículo de la joven, donde ésta acudiría instantes más tarde y donde las dos serían finalmente detenidas. El testimonio de un policía jubilado que presenció el asesinato y la siguió sería clave en la resolución del caso. Vio a escasa distancia, junto a su mujer, cómo Montserrat remataba a Carrasco y, al pasar junto a él, reconoció a la jueza que creyó «que les iba a dar dos tiros».

El fiscal considera a Montserrat y a Triana partícipes por igual en el crimen y afirma que la joven jugó el papel que ambas «habían acordado» previamente. Mientras, la defensa de madre e hija -que no niega la «intención de matar» con la que Montserrat se acercó a la presidenta- pone todo su empeño en exculpar a la joven asegurando que su participación se limita a que «vio cómo su madre arrojaba su bolso a un garaje y, temiendo que hubiera dado muerte a Isabel, se acercó a recogerlo». Aún tratando de justificar que la única culpable del crimen es Montserrat - la defensa pide para la hija la libre absolución - su abogado reconoce que Triana conoció «las ideas homicidas de su madre» y llegó incluso a «mirarle en internet revólveres y armas», aunque llega un momento, asegura, en que «ve que es una locura y trata de convencerla para que se olvide». En este punto cabe destacar que en el registro del domicilio de la hija se encontró otro revólver, fotos y recortes de periódicos referidos a la víctima y un folio con anotaciones, escritas de su puño y letra, «con indicaciones sobre armas, precios y lugares», reconoce también la defensa.

Otro dato clave y que destacan el fiscal y la acusación son los seguimientos que, al parecer, ambas realizaron a la presidenta de la Diputación en los meses previos. Además de un informe con el posicionamiento de sus móviles contrastado con el de la víctima, una vecina de Carrasco denunció también que entre los meses de enero y marzo de 2014 la presencia de Montserrat y la de Triana (aunque permanecía algo más apartada) era frecuente, «casi diaria», cerca de la vivienda de la dirigente del PP. La actitud de la madre era vigilante, llevaba el rostro semicubierto y «una mano siempre dentro del bolso», advirtió a los agentes.

Existe también otro detalle curioso entre los numerosos testimonios recogidos en la instrucción, como es el caso de la declaración de una joven que afirma que Triana quiso convencerla para alquilar un garaje -en la Navidad de 2013- en la calle del domicilio de Carrasco, sin motivo aparente y sin dar más explicaciones. No lo consiguió.

Una vez recogido el bolso con el arma que tiró o le entregó su madre (ambas afirmaciones se recogen en la instrucción) Triana, según indica su abogado, se encontró en la calle con su amiga Raquel Gago, policía local, que conversaba junto a su coche con un empleado de la ORA. Unos segundos antes la llamó por teléfono, pero no desde su móvil habitual, sino desde uno de prepago. Una acción que justifica asegurando que los nervios no le dejaron utilizar su Iphone 5 por tener «la mano sudorosa». Dice que «no pudo establecer comunicación con ella», pese a que la llamada duró 17 segundos. Se acercó a Gago y le preguntó «¿tienes el coche abierto?». Dejó el bolso con el arma dentro y añadió que iba a «a la frutería» y que volvería en un momento. Raquel le devolvió la llamada momentos más tarde, pero Triana ya había sido detenida. En el escrito de defensa de madre e hija se incide en que «Raquel no se dio cuenta de que Triana le había dejado algo en el coche», pero para las acusaciones la agente formaba parte del plan para dar muerte a Carrasco. El fiscal asegura que Raquel se encontraba en la zona esperando a Triana «según lo acordado previamente» y recuerda que las tres se reunieron «sobre las 16.15 horas del mismo día 12 -poco antes del asesinato- en la casa de Triana». Encuentros, tanto el anterior como posterior al crimen, que la agente negó a su entorno durante las primeras horas y tras haber conocido la detención de Montserrat y Triana. Tampoco entregó el arma homicida hasta 30 horas después porque aseguró no haberla visto antes pese a que utilizó su vehículo durante esas horas en varias ocasiones.

Sobre la actitud de Gago, existen todavía pocas explicaciones que su defensa zanja destacando que los encuentros con las acusadas fueron fruto de la casualidad y que si no dijo nada fue porque en situaciones de estrés sufre bloqueos. Tras varios intentos fallidos, su abogado logró su salida de prisión , provisional y bajo fianza en el mes de enero. De cara al juicio pide para ella la libre absolución, pese a que las acusaciones y el fiscal le reclaman los 23 años de cárcel que creen que debe cumplir también Montserrat y Triana.

Mientras, las defensas de ambas han fijado como objetivo la libertad para la hija y ocho años y medio de prisión para la madre por un delito de asesinato y tenencia ilícita de armas con eximente incompleta de trastorno mental y atenuante de reparación del daño. Habrá que esperar al juicio.