Desolación en Hawái tras los incendios que han dejado al menos 36 muertos: «La bola de fuego vino de repente y se lo llevó todo»

Las conexiones con la zona cero no están siendo fáciles, dado que los fuegos han afectado también al suministro eléctrico. Así, han trascendido pocos vídeos 'in situ' de la tragedia y de momento apenas han salido testimonios de la crítica situación, que todavía se recuperan de los momentos críticos. Tampoco se conoce, por ahora, si ha habido turistas españoles afectados y que hayan podido quedar atrapados en la isla por los fuegos.

«La bola de fuego vino de repente desde detrás de los árboles y se lo ha llevado todo por delante y he tenido que salir corriendo», ha relatado un local, Dustin Johnson, que trabaja como marinero en Lahaina, una ciudad costera con mucha historia y que es una de las peores paradas por los fuegos.

Dustin, que trabaja en una empresa de alquiler de barcos turísticos, acabó huyendo como pudo del muelle. Ya desde un aeropuerto de la isla en el que se refugió ha añadido a los medios, todavía muy consternado, que «he intentado ayudar a todas las personas que me he encontrado por el camino».

Como él Mason Jarvi, otro residente de Lahaina que ha tenido que huir de su ciudad, ha relatado los hechos. «Es el peor desastre que he visto en mi vida. Todo Lahaina se ha quemado hasta quedar totalmente achicharrado. Es como el apocalipsis», ha explicado. Las fotos que él hizo mientras salía de su ciudad son una de las pruebas que se han conocido hasta ahora de la tragedia.

Además, Mason tiene ampollas por las llamas en su muslo: el fuego le afectó porque, en medio de los momentos críticos y a pesar de ir en pantalón corto, decidió coger una bici eléctrica e ir a rescatar a su perro.

Mauro Farinelli es otro vecino de la zona que ha explicado cómo vivió el paso del fuego. «Simplemente destrozó todo con una velocidad asombrosa», recoge el medio británico The Independent. «Fue como un soplete«, ejemplifica.

Kapu, que trabaja en el centro cultural Na Aikane o Maui, en Lahaina, también ha hablado con el periódico. «Las cosas se pusieron locas. El viento comenzó a levantarse», relata ahora y él, su esposa y un amigo apenas tuvieron tiempo de subir a una camioneta y huir. «Cuando nos dimos la vuelta el edificio ya estaba en llamas. Fue así de rápido«, asegura, al tiempo que lamenta que el centro tenía »años y años de material de investigación« que no pudieron salvar.