Vacaciones en cuarentena por la política de covid cero en China

Durante el puente de una semana por el Día Nacional, que antes de la pandemia veía 782 millones de desplazamientos, el turismo ha caído en picado por miedo a los confinamientos y las restricciones para viajar en vísperas del XX Congreso del Partido Comunista

La Policía impide a los turistas embarcar en el aeropuerto de Xishuangbanna tras detectar casos de Covid

Nunca ha sido fácil viajar en China durante las vacaciones. Antes de la pandemia, por los cientos de millones de turistas que abarrotaban los trenes, aviones, autopistas, restaurantes, hoteles y monumentos. Y ahora, casi tres años después de su estallido en Wuhan, por la ... restrictiva política de Covid 0.

Con motivo del Día Nacional, que se celebra el 1 de octubre, China ha vivido esta semana sus vacaciones más importantes junto a las del Año Nuevo Lunar y el Día del Trabajo. Un macropuente, o Semana Dorada, que antes del coronavirus veía 782 millones de desplazamientos y daba un impulso gigantesco al turismo.

Pero este sector ha sido uno de los más castigados por la pandemia y en China sigue sufriendo por la política de Covid 0. A principios de septiembre, antes de otro puente por la fiesta del Medio Otoño, las autoridades reforzaron los controles exigiendo una prueba PCR negativa 48 horas antes de cualquier viaje interno. Aunque antes no era necesario salvo para algunos lugares, en realidad tampoco suponía un esfuerzo porque en la mayoría de las ciudades chinas es obligatorio hacerse dicho test cada dos o tres días. Solo así puede obtenerse en el móvil el código de salud verde que permite tomar transportes públicos y entrar en restaurantes, tiendas, edificios oficiales y hasta en la urbanización donde vive uno.

Además de recomendar a la gente que evitara viajar desde el 8 de septiembre hasta finales de octubre, el régimen recordaba la prohibición de salir de las ciudades a los funcionarios públicos, empleados de empresas estatales, maestros, universitarios y familias con hijos en el colegio. Una orden que, por extensión, también obedecen muchas compañías privadas para evitarse problemas si surge algún brote de Covid.

«Como se acercan las vacaciones del Medio Otoño y del Día Nacional y aumentan las multitudes, el riesgo de que se propague la epidemia es mayor», alertó un responsable de la Comisión Nacional de Salud, Wu Liangyou. A su juicio, tanto estas restricciones como la suspensión de eventos masivos eran «necesarias para impedir brotes a gran escala».

De media, China viene reportando unos mil casos de Covid al día, de los que la inmensa mayoría considera asintomáticos e incluye en una lista aparte para adelgazar sus estadísticas oficiales. Aunque son cifras mínimas en comparación con otros países, el régimen sigue aferrándose al Covid 0 para legitimar su modelo autoritario frente a la sangría que la pandemia ha provocado en las democracias occidentales. A esta razón, más política que médica o científica, se suma otro argumento de peso: el 16 de octubre arranca el XX Congreso del Partido Comunista, en el que el presidente Xi Jinping se perpetuará en el poder, y lo último que quiere es que la epidemia se le descontrole en un momento tan sensible.

Para que eso no ocurra, las autoridades recurren a medidas draconianas. Pero, a veces, el remedio es peor que la enfermedad y las soñadas vacaciones se convierten en una pesadilla. Eso es lo que han sufrido esta semana los viajeros que visitaban Xishuangbanna, uno de los destinos más populares de China por sus junglas tropicales en la frontera con Myanmar (Birmania) y Laos. Tras detectarse varias decenas de casos, lo que llevó al cierre de su famoso mercado nocturno y de hoteles y urbanizaciones, la Policía se desplegó en el aeropuerto para que nadie saliera de la ciudad. Con trajes especiales de protección y fusil en ristre, los agentes impidieron embarcar a los turistas, que les increparon indignados por no poder volver a sus casas. Tal y como muestran los vídeos que han circulado por las redes sociales, se vivieron momentos de mucha tensión y hasta enfrentamientos entre algunos pasajeros y la Policía, que los redujo a la fuerza en medio de los gritos histéricos de las mujeres y los llantos de los niños. Todos estos turistas pertenecen a la clase media que ha proliferado en las ciudades de China gracias a su desarrollo económico y, aunque no reivindiquen democracia o libertad, son muy conscientes de sus derechos sociales y critican tales abusos.

Las vacaciones acabaron igual de mal para los viajeros que habían escogido la isla tropical de Hainan, en el mar del Sur de China. Como los chinos no pueden salir del país desde el estallido de la pandemia, porque las autoridades no están renovando los pasaportes e imponen una cuarentena de diez días al regresar, dicha isla es lo más parecido que tienen a las playas paradisíacas del Sudeste Asiático. Pero la detección de varios casos llevó a un cribado masivo en la ciudad de Sanya, donde se cerraron tiendas, restaurantes y hoteles y muchos de sus clientes quedaron inmovilizados al cambiar a amarillo sus códigos verdes de salud. Para no quedarse atrapados en la isla, como ya le ocurrió en agosto a 80.000 turistas por otro brote, muchos acortaron sus vacaciones y salieron pitando.

La remota región musulmana de Xinjiang, donde el turismo interno ha crecido estos dos últimos años por su exotismo propio de Asia Central, también ha sido cerrada por un repunte de los brotes de coronavirus que estallaron este verano. Pero, al sufrir una feroz represión política y religiosa, muchos sospechan que se trata de una medida policial para impedir que sus habitantes autóctonos, los uigures, viajen en vísperas del Congreso del Partido Comunista y puedan causar problemas.

«Lo mejor en estas vacaciones es no moverse o, en todo caso, visitar solo algún lugar cercano como los parques y lagos de los alrededores», nos cuenta en Pekín la señora Liu, madre de un alumno de 12 años. En caso de que viajara a otra ciudad, su hijo tendría que hacer una cuarentena de una semana al volver y los padres no están dispuestos a que pierda tantas clases. Así llevan desde la primavera de 2020 y solo pueden dejar la ciudad durante las vacaciones de verano, que son más largas. De igual modo, los universitarios tampoco pueden salir de sus campus.

En Pekín, que se ha blindado para el Congreso, hoteles internacionales que antes se llenaban por el Día Nacional están solo al 20 por ciento de ocupación. Y, en muchos casos, por huéspedes de la capital que optan por estas vacaciones sin moverse. Pero ni siquiera eso les puede librar de un confinamiento porque, en caso de que se detecte un positivo, los hoteles son cerrados de inmediato durante una semana, atrapando a quien esté en su interior, como ha ocurrido en el Sheraton de Pudong, en Shanghái. Por miedo a estos confinamientos, la popular calle Anfu de la Concesión Francesa luce extrañamente desierta y sus terrazas han echado el cierre.

Además de para los hosteleros, la política de Covid 0 es una ruina para las aerolíneas chinas, que se ven obligadas a cancelar buena parte de sus vuelos porque los aviones van vacíos o, con suerte, con solo un tercio del pasaje. Desde el principio de la pandemia, las pérdidas de sus principales compañías estatales, Air China, China Southern y China Eastern, superan los 18.000 millones de euros, según el periódico 'South China Morning Post'.

A la drástica reducción de vuelos internacionales por el cierre de fronteras para los turistas extranjeros, vigente desde finales de marzo de 2020, se suman los confinamientos de ciudades por Covid. Atrás quedaron los tiempos en que, durante la Semana Dorada del Día Nacional, China registraba 782 millones de desplazamientos, como sucedió en 2019. El año pasado, con menos brotes que este, hubo 650 millones. Con más restricciones por el cónclave del Partido Comunista, este año serán muchos menos porque los turistas chinos temen acabar sus vacaciones en cuarentena.

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